EL CASTIGO DE LA IGNORANCIA

 


La primavera siempre viene al rescate intelectual de este tiempo incierto, donde van quedando demasiadas acciones marchitas de quienes avalan nuestro saber y querer. Esa soberanía popular que queda agazapada entre un puñado de representantes para enarbolar la bandera de la mayoría con cierta soez en la sabiduría de unos pocos. Hay que reconocer que la dialéctica de lo público está sobrevalorada, aparentando demasiadas acciones para esconder la falta de verdades en las actuales circunstancias. Tanto es así que, si hacemos un pequeño ejercicio cotidiano, podemos saber de antemano lo que cada uno de los bandos van a declamar en cada una de sus intervenciones ante los micrófonos de ese cuarto poder que tanto excita el barómetro social. Mientras dejan el trabajo de la gestión a quienes conforman el aparato administrativo, los dignos representantes políticos se afanan en desmerecer al contrario paladeando el improperio bien desmenuzado con la mentira pública que tan poco penaliza en nuestros días. Un experimento social que ha funcionado tan bien que tenemos medios de comunicación que representan ese movimiento fake donde, desgraciadamente, se envalentona la falta de sabiduría que nos arrastra diariamente a la huida del ruido sordo de la desinformación. Una caja de resonancia donde cualquiera utiliza la ignorancia para levantar el tono hasta el insulto más simplón. Por otra parte, el carrusel de elecciones que tenemos por delante no deja demasiado tiempo para interpelar las necesidades de esta coyuntura, más allá de esas fronteras donde parecemos estar siempre al filo de la navaja. Todo ello con el resultado del auge de un escepticismo popular sobre nuestro sistema democrático que tanto saben aprovechar las estrategias de parte de los de negacionistas sistémicos. Tal vez, como decía el Diablo Cojuelo, “todos los que parecen estúpidos lo son y además lo son la mitad de los que no lo parecen”. Perniciosa proporción en estos tiempos donde no nos queda ni el perdón hacia tanta ignorancia. El castigo, sin embargo, ya nos queda para cada uno de nosotros.


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