LA RESURRECCIÓN DE LA PRIMAVERA

 


Solamente nos faltaba que esta semana santa se polarizara entre el tiempo inclemente con los pasos penitenciarios y la necesidad de agua en esta mitad de patria que sigue insaciable en sus cuencas. Reconozcamos que poner los huevos en cestas tan contradictorias dejan hasta a las energías del universo absortas en un cortocircuito de deseos. Al final, como dice la sabiduría popular, el tiempo está tan loco como nosotros. Y mientras todavía se despereza la ansiada primavera reduciendo nuestra hora veraniega, nos recolocamos en el punto de salida de un trimestre por delante que, a pesar de los esfuerzos de un merecido descanso pascuero, nos traerá demasiado griterío ofuscado por aquello de seguir radicalizando la postura del perdedor. Los medios de comunicación se preparan ante las batallas electorales que despistarán la gestión diaria hablando nuevamente de poder en lugar de responsabilidad. Quedarán en el olvido demasiados insultos al respeto público para que siga ganando el odio y la mentira en el argumentario poderoso de lo fáctico del sistema. Volverán los micrófonos a la repetición diaria de lecciones de demagogia sobre asuntos que nada tienen que ver con la acción pública, por seguir tapando, sin más, demasiadas vergüenzas privadas. Y quedarán desapercibidas las risotadas de los genocidas de siempre que ponen en duda el sufrimiento y el hambre de demasiados seres humanos sin sentir ni el sonrojo del engaño.

A pesar de todo, y si hemos tenido la oportunidad de aparcar el desaire de la actualidad para retomar el camino flanqueado del silencio entre árboles y regatos, sabemos del ciclo de los tiempos que sigue ganando en la enseñanza genuina de la primavera. Tal vez, como entona Silvio Rodriguez al lado de su unicornio azul: “mi amor no precisa fronteras como la primavera no prefiere jardín”. Un mal momento para abrir tantos corralitos informativos donde se oprime la variedad de opiniones y, lo peor de todo, la incredulidad sobre la veracidad. Reprochamos en exceso con el único valor bajo el brazo de un pensamiento intransferible. Y sin darnos cuenta, dejamos a nuestros pies la obligación con los hechos y sus consecuencias. Si somos capaces de mirar al suelo será posible recoger una nueva primavera que nos resucite entre tanto delirio doctrinario.

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