NEVASCA

 


Si alguien pensaba que teníamos una adelantada primavera, llegó el miércoles de ceniza para recordarnos que el universo reordena siempre las extravagancias de unos pocos días y devolvernos a nuestro paso diario. No viene mal compaginar los días con la emoción de cada uno de nuestros tiempos, por aquello de no caer en esa manipulación pasional que nos aparta de demasiadas realidades y nos vanagloria en cualquier posverdad dejándonos ausentes de compromisos con nosotros mismos. Tropezamos una y otra vez en este frenesí de la actualidad donde ganan los detalles que apelan a un mar de lágrimas, desbaratando el necesario contexto de todo lo que somos por aquello de lo que fuimos. Acusamos muchas veces a esa prisa que siempre aprieta para quedarnos con lecturas en negrita acotadas por tantos adjetivos de parte, exprimiendo esa emocionalidad unidireccional que nos alaga en nuestro inquebrantable ideario de prejuicios y ese creciente inmovilismo deconstructivo.

Ya saben aquello de que el manipulador sabe de dar la vuelta a las cosas para hacernos dudar de nuestras propias verdades, de nosotros mismos e incluso de nuestros recuerdos. Y de todo ello tenemos demasiados protagonistas para llevarse el premio. Toda una postura facilona bien alejada del esfuerzo por objetivizar las causas y proponer medidas que intenten corregir los desaires que nos da, a veces, la vida. Una estupenda senda circular donde, como mucho, podremos llegar a vislumbrar nuestro propio ombligo. Con esta actitud siempre será más rentable jugar a los extremos de nuestro sistema simpático y degradar la conciencia ciudadana como un ente sin cabeza.

Lo peor de todo ello es darse cuenta de la gran maquinaria mediática que apunta lo importante con ese descrédito que provoca la distracción ante lo imprescindible de nuestro tiempo. Tanto es así que nos envalentonan con una agenda de lo más variopinto, respondiendo más a ese feedback de las redes sociales que tanto nos impresionan. Mientras tanto, los nudos de la información siguen anclados en un vacío ruidoso que nos deja sin respuestas para darle espacio al eslogan de los partidarios de turno. Y desde esa oscuridad reconozcamos que solo nos quedan más odios que propagar.

Decía Hermann Hess que “cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros”. Y algo interno deambula en esa cochambre de broncas políticas donde algunos quieren amarrar a personas de bien por aquello de señalar a los otros de todo lo contrario. En este tiempo de pospandemia hemos retornado a la utilización de la tan manida mentira secuencial para pintar la ineptitud ante los problemas nuevos que nos acechan. Flaco favor a una sociedad que abarata demasiadas veces las respuestas colectivas para un tiempo que nos sigue exigiendo lo mejor de nuestras capacidades. Por el momento, sigue la sutil nevasca para cubrir tanta indolencia. Tal vez nos quede mirar hacia atrás para saber de los pasos que siguen a nuestros pies y rescatar el imprescindible contexto de lo que seguimos siendo, con la mochila de lo que fuimos, para recobrar lo que verdaderamente queremos ser.

Comentarios

  1. Los medios de comunicación nos dicen que no hay que mirar atrás, sólo hacia adelante que es donde esta nuestro futuro, pero el problema es que como no miremos atrás cometeremos los mismos errores, aunque posiblemente es lo que quieren los poderes facticos que suceda.

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    1. Como seguir sabiendo quienes somos sin mantener lo que fuimos... Muy cierto, Pascual. Gracias siempre por tu lectura y reflexión

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