ONOMATOPEYAS

 


“Qué tiempos son estos en los que tenemos que defender hasta lo obvio”. Esta frase tan repetida en muchas ocasiones y que pertenece a las propias reflexiones del dramaturgo alemán Bertolt Brecht, parecen reeditarse en nuestra propia realidad diaria. En algún momento del paso de un siglo a otro nos hemos dejado algunas de las piezas con las que refundaron tiempos postbélicos con el propósito de extirpar muchas mentiras que aceleraron demasiadas desdichas para la humanidad. Y a pesar de reconocer que la historia, muy a nuestro pesar, siempre se repite, lo cierto es que resolvemos con demasiada pintura para salvar las crisis de nuestro tiempo. Tanto es así que empieza a extenderse con demasiada banalidad un vocabulario extremo, repitiendo esta modernidad tan malgastadora de calle sin asfaltar para repetir esos zascas que tanto gustan del aplauso mañanero del público virtual. Lo tremendo de estos quehaceres es el batiburrillo que nos ofrecen, donde vale hasta la mentira que tras repetirse continuamente queda esculpida como una de esas verdades verdaderas que tanto nos agradan en estos tiempos multicanales informativos. Lo tremendo es despistar nuestro deber de saber con viñetas en movimiento para repartir estopa a quienes ya no reconocemos como compañeros de debate, dejándolos escorados como el enemigo a abatir. Durante esta semana hemos podido regodearnos con nuevas teorías conspiranoicas que, bajo los nuevos todólogos de la vulcanología, intrigaban en ese secretismo en el que se mueve tanto la desinformación, intentando demostrar que lo que está ocurriendo en nuestra querida isla bonita se sabía hace mucho tiempo y que nadie hizo previsiones al respecto. Poco nos pasa cuando somos capaces de asentar una de indios a partir de la obviedad de una originaria tierra volcánica. Eso sí, mientras ponemos orejillas a este cúmulo de creatividades, rezumamos desprecio a quienes ofrecen análisis a partir de datos despellejados de realidades.

Mientras perdemos el tiempo con tanta defensa de la evidencia, aceptamos demasiadas mentiras habituales con excesiva naturalidad. Vitoreamos con prontitud la falta de responsabilidades jurídicas para enarbolar comportamientos carentes de ética. Flaco favor a este tiempo derrochón de opiniones y desnudo de respeto. Parece que nos resignamos a la confusión como base para nuestro entendimiento, y ese si que sería el gran zasca al imprescindible derecho de cambiar y dialogar por una sociedad que necesariamente tiene que seguir caminando. Eso sí, lo importante será reconocer la senda para salir de demasiados lodazales donde quedan enterrados demasiados zapatos.

Comentarios

  1. Cuando nuestros represantes políticos usan el desprestigio del contrario como unica arma defensa, estan escondiendo su incapacidad de construir una sociedad que defienda los interes de todos los ciudadanos.

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