EL ARMA DEL PERDEDOR
Retomamos el tiempo de color ocre para deambular en este otoño que, como siempre, ignora en buena parte la llegada de las noches frías y nos engaña con esos calores mañaneros que tanto nos dilatan los días. Es lo más parecido a la alegoría política de estos tiempos de tensión mediática que consiguen su titular a costa de calentar esta estación nostálgica para algunos, y para otros, llena de ese duermevela de la naturaleza. Y como cada año, a pesar de todos los abatimientos de la actualidad, sabemos de un incesante inicio del curso político azuzado con las cuentas de este país y los pronósticos para el próximo año. Tal vez en este forcejeo semanal entre nuestros representantes públicos se batalle demasiado en las diferencias para olvidarse de la necesidad de sumar cada uno de los pasos que deberían hacer camino colectivo para la mayoría. Algunos han preferido ponerse la trinchera permanente por montera y desviar el debate a los extremos más insustanciales de nuestro futuro. Tan poco imprescindibles empiezan a ser los derechos de todos que olvidamos el bienestar para ridiculizar la solidaridad con el diferente. Reconozcamos que llevamos una legislatura a salto de mata en la que el ruido político brilla en exceso ante la realidad diversificada en demasiados problemas que estaban fuera de la agenda de cualquier país. El señalamiento diario de los contrarios aparta el esfuerzo por reconvertir los números que podrían evidenciar salidas justas para todos y mejorar nuestro bienestar social. Si miramos a un lado o al otro de nuestro espectro político encontramos demasiados adjetivos y poca sustentación en las propuestas. Nuestra querida España parece que nunca sale de ese nefasto intento de derribar lo hecho para hacer algo diferente que siempre nos lleva a volver a empezar. A pesar de todo, la vida cotidiana sigue en medio de suspiros de incertidumbre entre un volcán que no ceja en su empeño de permanecer y el futuro económico que nos pueda deparar este mundo tan globalizado del que dependemos hasta para encender la luz al llegar a casa. En los escritos de Platón se recogen algunas de las enseñanzas de Sócrates, quien decía que “cuando el debate está perdido la calumnia es el arma del perdedor”. Y ciertamente, algo de perdidos estamos cuando recogemos diariamente demasiados baldones en las crónicas de aquellos que, con traje siempre de etiqueta, nos alejan del juicio necesario para responder con realidades.
Demasiado perdedor de siglas para recomponer una sociedad que adelanta más que ellos mismos. Demasiada algazara para seguir lidiando con el hambre de éxitos de unos pocos. El otoño seguirá su curso, en la sutileza de su decrépito silencio. Sería deseable que algunos comenzaran a escuchar más ese reposo social y añadir mejores discursos sustentados en el trabajo incansable que les corresponde y así crear mejores tiempos que sepan de futuros renovados.
👉Puedes escucharlo en La Voz Silenciosa radio
Cada vez en política el otoño se vuelve más en invierno.
ResponderEliminarDemasiado frío para algo que nos afecta a todos. Gracias por tu comentario!!
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