LA LECCIÓN DEL RECUERDO

 


Si hace una semana teníamos marcado en el calendario una diversidad de días festivos con su consiguiente reivindicación, en esta próxima tenemos por delante una conmemoración que vamos a poder celebrar por primera vez en nuestro país dentro del marco de la reparación, la memoria y la dignidad en pro de los derechos humanos. Una luz reparadora donde alumbrar parte de nuestra historia por aquello de aprender de ella para no repetirla. El 8 de mayo es un día para el recuerdo del más de medio millón de personas que se tuvieron que exiliar en los últimos meses de la guerra civil española. Una jornada de recuerdo y homenaje a los hombres y mujeres de todas las edades que sufrieron la deportación como acto vital y para salvar su existencia. Frente a ciertos negacionismos históricos, que tienen más que ver con ideologías perversas, los hechos ocurridos dan la posibilidad de retomar la verdad sobre aquello que tuvo que sufrir directa o indirectamente una generación que vamos perdiendo en nuestros días. Acertaba el político francés del siglo XIX, Camille Sée, al cuestionar o no que la historia se repite, para apuntar posteriormente que “lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan”. Y de ello va el recuerdo y el homenaje a lo que fuimos para crecer como sociedad bien apuntalada en la memoria democrática como fuente para investigar y reparar las lagunas que otros tiempos solamente arrojaron silencio y olvido. Una hermosa manera de reconocernos desde cualquiera de los puntos de vista para enriquecer todo lo que somos y limitar la palabrería que tanto se lleva en la actualidad. Reconozcamos que teníamos una asignatura pendiente con nuestra propia historia, pero especialmente con una generación que sufrió la persecución y la falta de libertad exponiendo su propia vida y la de sus familias. Y más especialmente para investigar e indagar esa parte de nuestra crónica vital que garantice una lectura completa y solidaria como pilar para las nuevas generaciones, quienes serán protagonistas de las decisiones futuras y de las que dependerán el aprendizaje certero de todo lo que fuimos.

Señalar días y celebraciones ayuda a rearmar nuestra propia conciencia colectiva, nuestro quehacer desde perspectivas humanitarias y sociales para no dejarnos ni un paso atrás en esa senda donde descifrar los caminos y donde nadie sea capaz de orillar en el olvido a ninguno de los que fueron capaces de retirar sus pasos personales y desprenderse por el bien colectivo. De todo ello, la mejor enseñanza sigue en el respeto, en la necesidad de darle la palabra a los hechos desde todas las vertientes, en la escucha positiva donde alimentar más que nunca la diversidad de opiniones sobre la realidad de los hechos con el mejor aprendizaje de nosotros mismos. Por el momento, y extirpando demasiados ruidos interesados, ojalá seamos capaces de recuperar nuestra esperanza desde la cultura de la democracia.

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