LA EXPERIENCIA DE LA ESTUPIDEZ

 

Más de una vez habremos escuchado la reflexión de Mark Twain sobre aquello de no discutir con estúpidos “porque te harán descender a su nivel y ahí te ganarán por experiencia”. Algo muy similar nos está pasando en este querido país y sus circunstancias, dejándonos diariamente un avispero de cuestiones insípidas en una suerte de discusión como un pozo sin fondo de desinformación interesada. Y es precisamente ésta el culmen de tanto interés grotesco para obtener réditos ventajistas de unos pocos en detrimento de eso que parece cada vez más lejano que se llama el bien común.


Si bien tiene ganado el descrédito informativo nuestro amplio espectro político, hay que reconocer que los medios de comunicación agrandan esa gran ola, arrastrando a la sociedad en un tsunami incierto de dudas. Siempre se ha dicho que la calidad está por encima de la cantidad, y ese binomio ha quedado olvidado con eso de la inmediatez que nos acarrea demasiada verborrea cambiante para saltar al argumentario popular. Más de uno empezamos a estar con cierta hartura sobre las vacunas. No cabe la menor duda de que esta excelente noticia llegó con aliento para nuestro futuro dubitativo en medio de un nuevo rebrote, donde volvimos a vivir el miedo de las hospitalizaciones y el dramático número de víctimas. Era una noticia demasiado buena a nivel mundial para que a alguna parte contratante de eso que los griegos llamaban la politeia, no le provocara cierta desazón con tanta esperanza.

Si la primera estrategia de confrontación fueron los planes de vacunación, después le siguieron la falta de vacunas, para terminar la culpabilización en el hervidero de inseguridades sanitarias que han surgido sobre ellas. Posiblemente esta ha sido la táctica más efectiva para aquellos que siempre tienen por delante ese interés espurio de responsabilizar de todo al contrincante o de practicar ese arte de mentir y mentir porque algo quedará. Tanto es así que a pesar de tanta saturación informativa seguimos sin entender qué son las vacunas y su importancia colectiva para la salud de todos. A nadie parece importarle que cuando hablamos de la eficiencia de ellas, los especialistas se refieren a esa eficacia social para conseguir la deseada inmunidad de grupo que tanto nos alejaría de nuestro actual presente. Todo un teorema de salud pública que debería ser el dique de contención para cada uno de nuestros razonamientos.

Por otra parte, que ahora nos vengan con titulares grandilocuentes sobre el rechazo de no sé cuánto tanto por ciento de ciudadanos sobre la susodicha administración de una de las vacunas, remueve las entrañas de la verdad a pesar de haber conseguido duplicar en unos días el ritmo de vacunación. Toda una exhibición de esta ceremonia sectaria para intoxicar este frágil equilibrio entre la población. Pero ya saben aquello de la buena propaganda que lleva al éxito, que como decía Goebbels, no hay nada como “individualizar al adversario en un único enemigo”. Y esta estrategia, junto a negar las malas noticias inventando otras que distraigan, desgraciadamente la tenemos ya encima de nuestras cabezas. Toda una tormenta perfecta para que la estupidez nos gane la partida.



Fotografía: Imagen de Catherine Stovall 


Comentarios

  1. Hay que apagar los medios de comunicación un mes para volvernos a la realidad y, curarnos de la manipulación mental.

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    1. Qué mal lo estamos haciendo y que compartida es tu opinión. Una pena, Pascual. Gracias siempre por tus opiniones.

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