EL CASTIGO DE LA IGNORANCIA
La primavera siempre viene al rescate intelectual de este tiempo incierto, donde van quedando demasiadas acciones marchitas de quienes avalan nuestro saber y querer. Esa soberanía popular que queda agazapada entre un puñado de representantes para enarbolar la bandera de la mayoría con cierta soez en la sabiduría de unos pocos. Hay que reconocer que la dialéctica de lo público está sobrevalorada, aparentando demasiadas acciones para esconder la falta de verdades en las actuales circunstancias. Tanto es así que, si hacemos un pequeño ejercicio cotidiano, podemos saber de antemano lo que cada uno de los bandos van a declamar en cada una de sus intervenciones ante los micrófonos de ese cuarto poder que tanto excita el barómetro social. Mientras dejan el trabajo de la gestión a quienes conforman el aparato administrativo, los dignos representantes políticos se afanan en desmerecer al contrario paladeando el improperio bien desmenuzado con la mentira pública que tan poco penaliza en nues