DE PRINCESAS Y SUS PREMIOS

En esta edición de los premios Princesa de Asturias se concede el galardón a la Concordia 2017 a la Unión Europea. Debo reconocer que tan entusiasta noticia me dejó sin palabras. Como en otras ocasiones, ciertos premios institucionales consideran tan estúpida a la sociedad como para engrandecer más, si cabe, la distancia entre lo justo y ejemplar con la grotesca propaganda.
Un premio a la Concordia donde se reconoce la labor ejemplar, individual o colectiva, para contribuir al entendimiento y a la convivencia pacífica entre los hombres y mujeres, luchando por la erradicación de la pobreza, la injustica, la enfermedad, la ignorancia o la defensa de la libertad. También se destaca la labor por abrir nuevos horizontes al conocimiento o en defensa del Patrimonio de la Humanidad. En este esfuerzo personal por entender una decisión de este tipo, no encuentro nada en la actitud de la Unión Europea que se pueda encuadrar en ninguno de estos objetivos. Peor aún, encuentro tal discrepancia que podría tratarse de una broma para llevar mejor la ola de calor. Casi coincidiendo con el Día Internacional del Refugiado quedan enmascaradas estas formas de retratarse las instituciones en marcos fotográficos donde el chiste fácil nos alegra esta realidad virtual que nos ofrecen.
Foto: SaraMarFer
Encontrar motivaciones en el acta del jurado, como proyectar esperanza hacia el futuro en tiempos de incertidumbre, proponiendo un ejemplo de progreso y bienestar, ocasiona una incierta sonrisa para empezar el día leyendo cualquier periódico sobre lo que nos ocurre a nosotros como país y como miembros de esta comunidad europea.
Decisiones tan importantes a nivel económico como las que tuvimos que soportar impotentemente el grueso de la sociedad, y donde a los países del sur europeo ya nos quedó el San Benito de los “pigs”, o políticas integradoras tan elogiosas como la llevada a cabo con la crisis de refugiados, consiguen dar un paso más para sobreponer a la risa una indignación ya casi perenne con todo lo que nos representa en esta jerarquía democrática.
Puedo entender que tras la decisión del brexit inglés se intente hacer una bonita campaña de imagen después de superar en varios países europeos el crecimiento de los partidos euroescépticos, pero me parece intrépido y desleal hacerlo con reconocimientos dependientes de instituciones que pagamos entre todos.
Me queda la duda sobre dónde irán a parar los 50.000 euros del premio en metálico que le corresponde. Tal vez en esta ocasión me pueda valer una pequeña reflexión de la socióloga Karen Amstrong, premiada también en esta edición con el Premio a las Ciencias Sociales. La autora de La carta por la Compasión fue de las primeras que vaticinó los conflictos con los radicales islamistas, aunque reconocía que no era ninguna excepción ya que "la violencia se usa siempre con fines políticos, disfrazados muchas veces de argumentos religiosos". Pues habrá que reconocer, visto lo visto, que el noble arte de la política está en sus peores tiempos.

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