Por lo que nos queda de libertad


Nadie predijo la dimensión de la crisis  que se nos venía encima. Nadie acertó con las medidas a tomar ante el desaire de mercados y sistemas financieros. Bonita conclusión tras cuatro años sufriendo experimentos contables y culpabilidades sociales. Todavía resuena el disco rallado de vivir por encima de nuestras posibilidades.
La única esperanza que día a día toma más conciencias y más deseos es que tampoco van a acertar al valorar el aguante de los ciudadanos de a pié. 
Si el sufrimiento social gracias a recortes generalizados, sin garantías de lo mínimo hacia nuestra subsistencia, nos amarga día a día nuestros minutos y segundos en este mundo, todavía tenemos que aguantar que nos hablen de un nuevo salvoconducto para justificar cualquier situación: “no me consta”.
Perifraseando este nuevo dogma de manipulación, los ciudadanos comunes, los que solo tenemos sobres manila para cumplir con nuestra libertad de voto o como mucho, para que algún romántico mande una felicitación o una declaración epistolar de amor, podemos hablar de “me consta que no”, una diferencia que significa seguridad y certeza en las afirmaciones, nada que ver con las vaguedades a las que nos tienen acostumbrados.
Nos consta que no se ha cumplido con el programa electoral que pregonan a los cuatro vientos aquellos que nos  piden el voto.
Nos consta que no existe ninguna línea roja que signifique la  igualdad de derechos y el bienestar social para cada uno de nosotros.
Nos consta que no nos garantizan una sanidad subvencionada para todos e igualitaria en servicios.
Nos consta que el déficit no afecta a todos los ciudadanos y ciudadanas por igual.
Nos consta que la reforma laboral solo ha hecho que aumentar en número de eres y destruir empleo
Nos consta que la justicia comienza a ser nuevamente más accesible para aquellos que tienen dinero, pero para los que no llegan a fin de mes va a ser inviable.
Nos consta que los bancos a pesar de prácticas mafiosas en sus productos, son rescatados por el bien social.
Nos consta que a pesar de que la población paga religiosamente esta deuda privada, pierde sus viviendas a manos de estos mismos “enfermos”.
Nos consta que ante la corrupción se mira hacia otro lado a pesar de las evidencias.
Nos consta que a pesar de ser un país con riqueza agrícola y ganadera, se desmantela la mitad del camino que habíamos andado hacia los servicios públicos en el rural….
En definitiva, nos consta que cada día nuestras libertades quedan afectadas por descalificaciones hacia nuestras protestas, nuestra indignación, nuestra necesidad de decir basta ante la situación creada mundialmente, donde el conejillo de experimentación es el ciudadano. Lo peor de todo esto es que lo que se mide es hasta donde llegará nuestra capacidad de aguante.
A diferencia de los poderes fácticos que nos rodean, me consta que la sociedad está en un proceso de hartazgo impresionante. Las familias unifican mes a mes sus necesidades, comparten recursos, los pocos que van quedando. Me consta que el sálvese quien pueda empieza a ser sustituido por unificar salvamentos sociales. Me consta que la gente ya no tiene miedo a no guardar silencio. Pero lo más importante, la sociedad está rellenando cada uno de los huecos de una línea roja silenciosa donde se encuentra la libertad individual y colectiva, porque esa libertad es la única que nos dará seguridad. 


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