NUEVA TEMPORADA: LA MAFIA DE LAS CRISIS
Se nos fue un veranito más y regresamos con el ánimo recogido al brazo por no gastarlo en el primer día de trabajo. Un verano que, exceptuando nuestras posibilidades económicas y sociales, ha continuado en un recalentamiento político donde cualquier situación había que redactarla entre aires mafiosos de crisis. La lectura de nuestro país comienza a despuntar, desgraciadamente, en una pirámide organizada por códigos de honor estrictos desde los que proteger los intereses partidistas, dejando una vez más a la gran mayoría social secuestrada en un mensaje electrocutante.
Cada semana tiene su crisis sin precedentes, su ruptura nacional o su engaño masivo. Cada día nos desayunamos la adjetivación tortuosa del contrincante, sea del pelo que sea, por aquello de dejar las espadas bien afiladas apuntando a ese honor que parece solo replegar a unos cuantos.
Una vez más el contexto de las palabras vence al mensaje que debe medir el resultado de los objetivos. Otra vez, la casquería política sigue abrazando el titular en negrita que olvida el derecho de informar para apuntarse al deber de propagar. Hace décadas, las crisis significaban cambios profundos y consecuencias importantes. Una renovación integradora que casi nace desde la necesidad de progresar como sociedad. Y de esas tenemos muchas, desde las económicas, donde la realidad nos marca un cambio estructural, hasta las medioambientales, donde los esfuerzos siguen siendo demasiado pobres para esta tierra herida por el ser humano. En todo momento de este nuevo estilo de la comunicación política nos están vendiendo demasiada inmundicia con la que enterrar la voz pública de nuestra realidad. No somos solamente nosotros como país. Demasiada organización oscura en un mundo que parece agotar los argumentos para embelesarnos diariamente con la necesidad de seguir retroalimentando nuestra vanidosa sabiduría. Somos el resultado de una clase política que se envalentona con sus siglas para desprestigiar al contrario. Seguimos nutriendo la profesionalidad del arte del periodismo con los bandos de siempre y jugamos al trilerismo con las redes sociales que incrementan nuestra despótica opinión.
El verano de 2024 no ha necesitado de las serpientes informativas que aparecían en algún momento para subir intensidad en las redacciones relajadas veraniegas. Nuestro tiempo vacacional ha seguido el murmullo delirante entre trances idílicos que podían esperar a una buena mariscada. Tal vez, como decía Will McAvoy en la serie The Newsroom, hemos dejado atrás una generación que luchaba por la inteligencia sin enfrentarnos y dividirnos por a quién habíamos votado en las últimas elecciones, y tal vez es porque tuvimos la oportunidad de ser informados por grandes hombres y mujeres. Y aunque muchos ya lo ponen en duda, nuestra oportunidad para dejar de ser camorristas sigue estando en la obligación de desenmascarar demasiada mentira y acercar nuevamente la mirada crítica a nuestra propia opinión.
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