RESENTIMIENTOS

 

Decía el filósofo y escritor inglés Francis Bacon que “la lectura hace al hombre completo. La conversación lo hace ágil. La escritura lo hace preciso”. No sé qué pensaría en este siglo nuestro. Las posibilidades de que disponemos en esta actualidad de guiños que vivimos tendrían que ofrecernos la alternativa más completa como seres humanos. Podemos leer centenares de escritos con diversidad de formatos y de casi todos los temas que rodean nuestra existencia.


Y tenemos la capacidad de conversar más allá de nuestra burbuja de amigos o de conocidos de a pie. Pero, además, estos tiempos de interconexión múltiple nos capacitan para escribir todo aquello que pensamos y, lo más importante, facilitan la probabilidad de que nos lean. Las palabras de Bacon quedarían casi en el olvido si no fuera porque, a día de hoy, cualquiera de esos hermosos actos de leer, hablar o escribir se quedan trasnochados ante la incapacidad adquirida para escuchar.

Sigo con la extraña percepción sobre este nuevo año, que iniciamos arañando alguna que otra sonrisa, para empezar a entender que no nos va a regalar absolutamente nada. Y, desgraciadamente, parece que tampoco estamos mucho por la labor de empeñarnos en combatir estos tiempos con cierta templanza en el paso diario. Seguimos en este fuego cruzado entre la comparativa persistente y nihilista con los otros, sin detenernos a leer lo que cuentan de ellos. Tampoco nos sirve demasiado el debate nacional, donde se evidencia diariamente esa facilidad para esconder la mano ante un cretinismo constante de ciertas declaraciones. Y, por último, el que más y el que menos se ha aplicado una deprimente autocensura, a modo de falso salvavidas, a la hora exponer con mejor o peor estilo los posicionamientos individuales, recluyendo a la resignación en el paso de los días como única esperanza para el futuro.

Decía el padre del círculo de Carlyle en sus ensayos de filosofía que “de nada le sirve al hombre lamentarse de los tiempos en que vive, pero siempre le es posible mejorarlos.” Debe ser por eso que tenemos esa sensación de falta de interés sobre esta vida que llevamos en volandas con la obsesión de que pase todo lo antes posible. Parece como si hubiéramos desmantelado esa consigna casi mística de aprovechar hasta el último segundo de nuestro aliento y dejado abatir nuestro espíritu combativo en el sofá ante el maratón de las malas noticias diarias. Debe ser por ello, también, que nos encontramos necesitados de normas y prohibiciones hasta para saber cómo abrocharse los zapatos para salir de casa cada mañana. Toda una limitación para este tiempo cegado de escuchas de pluralidad y amansado por los farolillos partidistas de siempre, afanados en filtrar en la sociedad su sibilino refrán cotidiano y en incitar al ciudadano a la toma totémica de posiciones en esta guerrilla hartante de banderías en la que nos dejan cada día. Quiero creer que, en algún silencio colectivo, seremos capaces de reordenar nuestro tiempo particular y amasar jornadas intensas sobre nosotros mismos y los demás. Sería todo un esfuerzo para sentirnos algo más íntegros en esta era de demasiados resentimientos.



Comentarios

  1. Un interesante artículo Sara.

    Yo tengo fe que el hombre reflexione y se posicione , un interés personal por los acontecimientos.

    Un beso.

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    1. Querida Gladys, yo voy a días... Y mi esperanza, a veces, se nubla como el invierno. Besiños ❤

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  2. Si escribiésemos lo que pensamos antes de decirlo, seguramente no diríamos tantas tonterías.

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    1. Así es... Y nos dejaría tiempo para escuchar... Tan imprescindible siempre. Gracias por tus comentarios, Pascual.

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