EL DÉJÀ VU CONCURRENTE

 


Necesitamos tan solo unos diez segundos para sentir que estamos viviendo una situación que ya ocurrió en el pasado. Una experiencia sin mayor transcendencia por no ser excesivamente importante, más allá del engaño de la mente. Tal vez sea el escape de nuestra propia memoria, por aquello de jugar con nosotros mismos ante la necesidad de una premonición que nos afiance con el destino.

Algo parecido estamos viviendo intensamente en este país nuestro, tan dado a olvidar a partir de demasiados segundos, aplicando sentimientos precognitivos para que nos estimulen a responder con cierta, aunque precaria, destreza las repercusiones de nuestro tiempo. Será por ello que en esta todocracia, concepto estrictamente inventado por mi parte, somos capaces de hablar de cualquier ignoto tema dándole pinceladas de color propio a ese laberinto de opiniones que abronca y reparte estopa al contrario, no vaya a ser que en su debilidad se nos vaya de rositas.

Estoy convencida que este cese de actividad personalísima del máximo responsable de nuestro gobierno será motivo de contexto para muchos debates y estudios de nuestra historia. Reconozcamos que vivimos con excesivas sensaciones anticipatorias gracias a nuestros gurús de la actualidad, esa donde se estrujan todo tipo de teorías con las que se prolonga hasta la saciedad el minutaje de los productos informativos. Todo un amasijo de datos sobrepuestos que dejan mucha opacidad en lo fundamental de la información, que sigue siendo la respuesta a las preguntas fundamentales de los hechos que ya encontramos en la Ética nicomáquea de Aristóteles. Y a pesar del despliegue en tiempo y forma, nuestra sociedad empieza a languidecer de veracidad y realismo ante tantos hitos actuales.

Tal vez por ello he sentido un cierto alivio en esta comunicación epistolar iniciada desde el nombre propio para dirigir las expectativas de nuestro futuro institucional. Una iniciativa que ha provocado desmedidas alusiones a quien, posiblemente, ha intentado descifrar su déjà vu personal concurrente desde donde iniciar su paso al silencio, tan necesitado por aquello de la salud mental. Un proceso que, gracias a las crónicas históricas, sabemos que ha pasado en muchísimas ocasiones y que nosotros mismos hemos soportado personalmente. Tanto es así que ese tropel de las redes sociales, que casi supedita nuestras constantes vitales, deja innumerables descansos, por hartazgo, de seguidores y seguidos. Precisamente eso es lo que hemos recibido en una tarde de cambio atmosférico donde el silencio comprometido ha dejado una explosión de incógnitas que serán superfluas con el paso de los días. Y, ciertamente, es de agradecer que en este tiempo tan interconectado se pueda dar paso a la reserva personal, por el sentido de humanizar el relato público tan falto en la actualidad pública. Una buena oportunidad para descifrar nuestro propio presente y regresar al paso cercano y respetuoso sobre lo que somos y queremos. Y una oportunidad de volver a referentes que sepan más de democracia y respeto, de vivir y dejar vivir desde la tolerancia y la consideración. Desgraciadamente el ruido de esa mal llamada polarización nos seguirá llevando a demasiados barrancos donde la crispación, y esa sí que es real, seguirá alentando a los aspirantes de querer ser y no poder.

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA SOLEDAD DEL TIEMPO

EN MEDIO DEL GASLIGHTING

LA GENTE DE BIEN