LA GREGUERÍA DE LA SERPIENTE
No podíamos acabar mejor de como iniciamos este noviembre, que siempre se nos hace demasiado largo, para recibir ese invierno certero. Un tiempo que encoge algo de recuerdo y repara en que aún queda la luz del fin de año. Para nuestra actualidad, noviembre deshoja muchas historias perennes de nuestra propia crónica y repara alguna que otra disidencia donde abrir caminos intrépidos, por aquello de que siempre nos quedará la navidad para intentar reconciliar. Lo decía Platón: “la civilización es la victoria de la persuasión sobre la fuerza”. Nada nos ha salido bien cuando hemos empuñado la corpulencia ideológica ante las relaciones sociales. Nada hemos avanzado con el armamento bélico donde siempre gana el que acumula las balas. Y nada nos servirá para superar esta nueva teoría comunicativa del y tú más. Hemos escuchado muchas veces esa hipótesis de saber dónde estamos observando a quienes tenemos enfrente. Y como cualquier conjetura, ya se han preocupado de tildar esa propuesta de radical para seguir reagrupando el linchamiento partidista del conmigo o contra ti. Un extermino de las ideas tolerantes que siempre mejoran las propias y las contrarias. Llevamos posicionando convicciones que encadenan nuestros pies al dogmatismo ideológico donde sólo alimentamos el odio al opuesto más allá de la propia educación. Reconozcamos que empezamos a vivir tan ricamente entre el insulto asonante y el chasquido en la calle. Y con estas causas poco haremos en el futuro. Así es de contundente que regresamos sin piedad a dejar de decidir para jugar al nepotismo complaciente de tirar al adversario. Hemos olvidado la intransigencia personal hacia la lucidez del discurso para acurrucarnos con el mejor zasca que, nuevamente, podamos abanderar contra los otros. Un fango donde la persuasión platoniana se queda imbuida en esa posverdad que abarata la realidad de los hechos y las palabras. Una serpiente de colores que sigue azuzando nuestros pies para separar cualquier cuestión que sepa a diálogo y justicia. Y así estamos, lidiando con los egos soberanos, olvidando cifras de destrucción, muerte, y hambre para dejarnos, cada vez, más desalmados.
Como civilización hemos tenido demasiadas oportunidades para entender lo más importante e imprescindible. También lo decía nuestro filósofo griego por aquello de buscar la verdad en las cosas y no en los hombres, dejándonos llevar en ese discurso que nos envalentona ante el contrario con el griterío escéptico del apostolado paladín. Mientras tanto, algunos seguiremos observando las posibilidades de un nuevo invierno donde resguardar el pundonor de un tiempo excesivamente imperfecto. Y todo, a pesar de la greguería facilona de quienes siguen persiguiendo demasiados extremismos que nos helarán la sangre. Eso sí, la cautivadora serpiente seguirá tocando su cascabel.
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