MANOS QUEMADAS
Hay un dicho muy nuestro, que para eso somos un país de mucho direte, que se usa en nuestra agenda setting con mucha ansiedad diaria: eso de poner la mano de uno en el fuego ante cualquier duda sobre los nuestros. Esa fe ciega que sobrepasa al dogma más religioso para el deleite de nuestro sesgo más espiritual. Precisamente por eso, pasar a ser ciegos ante los hechos me parece uno de los grandes sacrilegios a la racionalidad de aquellos que tanto enorgullecen sus actos desde la gestión de lo de todos. Decía Pitágoras que “la mayor de las imprudencias es dar hospitalidad al malvado”. Y en nuestra sociedad hemos construido una cueva excesivamente grande para justificar cualquier hecho que no nos venga bien para seguir en el mismo atolladero nocturno de las tinieblas.
Es cierto que poner la palma de la mano al abrigo del partidismo interesado se ha convertido en una de las columnas vertebrales no solo de la política, sino de cualquiera de los poderes tradicionales de nuestra democracia. Con mirar de reojo nuestra crónica reciente, tenemos demasiados chamuscados de mentiras confrontadas sin que por ello hayamos exigido el correctivo correspondiente. Tanto es así que, abierta la mano para la gestión urgente por una pandemia que nos estaba matando, salieron al trote todas esas maniobras tan conocidas con ese chirriante concepto de la cultura del pelotazo. Qué despropósito racional para la cultura y para la sociedad.
Gracias a ese nuevo estilo público que crece desde la arrogancia, nos encontramos con la disparatada esencia del pelotazo mediático para oscurecer el buen hacer sobre lo que nos interesa a todos. Es cada vez más importante apuntillar al contrincante con la sorna o el empujón antes que mantener en tensión los límites de control sobre eso que todos deberíamos conocer y respetar como la cosa pública. Y como colofón, siempre queda bien eso de airear las manos para caer en esa dogmática creencia sin darnos cuenta que de esa forma simplemente le pegamos un portazo a la veracidad de los hechos para seguir respirando de los mismos vientos que tanto nos complacen con nosotros mismos.
Si nadie lo remedia seguiremos en ese paradigma de las mentiras a medias para engrosar el descrédito de todo. Continuaremos en esa equidistancia mediática tendiendo la mano a todo aquel que quiera posicionarse desde la especulación o la defensa fanática para seguir envueltos en la hoguera de los malvados. Demasiada hospitalidad a los que deshacen los límites democráticos que tan maltrechos acaban agonizando en nuestras propias manos. Lo peor de todo es que mientras escuchamos cada día a aquellos que no saben hablar porque no saben callar, seguirán llevando la cerilla para continuar llenando de humo esta realidad que cada vez cuesta más reconocer, y sin darnos cuenta, al final lo que nos dejarán serán puños vacíos de verdades.
Comentarios
Publicar un comentario