FELICES PASCUAS
Tenía ganas de dejar plasmado en algún trocito del alma semanal, cierto deseo simple y complejo de buenos deseos. Más allá de exprimir acontecimientos diarios que, en algunos casos y a pesar del repiqueteo mediático, siguen alejados de la existencia material de la mayoría de nosotros. Y posiblemente, alejarme de ese ruido durante varios días desintoxica el alma de demasiados adjetivos cotidianos a los que desgraciadamente cada vez estamos más acostumbrados. Tener la oportunidad de parar el tiempo en el cronómetro vital para desandar el pasado personal y rememorar, aunque sea con cierta nostalgia, lo que fuimos más allá de nuestras hazañas. Toda una resurrección con nosotros mismos que reordena muchos deseos para quedarnos en el esencial momento presente donde agarrarse y seguir mirando el futuro. Como siempre, se trata de aquello que ya decía el virtuoso San Francisco de Sales que agranda la existencia y simplifica los temores: “No desees ser nada más que lo que eres y trata de ser bueno en ello”. Una buena iniciativa en estos tiempos donde es cada vez más importante buscar todo aquello que no somos o no tenemos, olvidando la buena calidad de lo que ofrecemos. Tanto da si a quienes aupamos con nuestro excluyente pensamiento no les exigimos lo más genuino de nuestra existencia y ahondar en lo mejor de lo que podemos ser.
Nos quejamos de demasiados retos universales en estos tiempos tan ingratos y reñidos con el afán de recuperar estatus y avance económico. Miramos de refilón la ingratitud de decisiones de despacho mientras demasiadas personas quedan arrinconadas en la podredumbre del dolor y la insidia que siempre acarrean los conflictos de unos pocos. Cacareamos solidaridad mientras dejamos las manos cerradas a la virtud de la generosidad sin pedir nada a cambio. Dejamos de lado la comprensión y el buen respeto por lo diferente para nublar la riqueza de la diversidad a golpe de asechanza hacia el otro.
Sí, tenía ganas de soñar con los buenos deseos. Venía bien hacerlo en este tiempo de amaneceres y “madrugás” que parecen reabrir el alma de cualquiera de nosotros bajo el palio de la fe tan particular de cada uno. Así que Felices Pascuas. Ojalá que el cierre de este triduo pascual signifique también el deseo de ser bueno en aquello que encontramos en nuestra mano porque pertenece al imprescindible ímpetu del buen corazón.
Descansa la mente y el cuerpo que te lo mereces, respecto del alma tu decides.
ResponderEliminarEl alma nunca descansa porque anhela siempre... Gracias siempre por tu lectura 💙
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