LA CUARTA OLA DEL #8M
En estos tiempos de pandemia hablar de celebraciones roza cierto delirio de incertidumbre, provocando un comprensible rechazo a cualquier cosa que sepa de aglomeraciones sociales. A pesar de ello nos pusimos bien las pilas para la navidad y otras fiestas de no guardar durante estos meses. Con la llegada del Día Internacional de la Mujer han regresado los testimonios sobre esa responsabilidad pandémica que ha rodeado durante todo un año las manifestaciones feministas de 2020. Todo un relanzamiento de estereotipos mundanos sobre la culpabilidad de un acto en las calles sin la distancia social que, en aquel momento, ni estaba ni se le esperaba. Admitamos que, a día de hoy, esa distancia social sigue en pañales en una gran diversidad de momentos cotidianos. Que se lo digan a muchas mujeres que van a su trabajo diariamente en el transporte público, en un lugar cerrado y con el rabillo del ojo mirando hacia los centímetros de distancia.
Por otra parte, reconozcamos el diferente tratamiento respecto a otras acciones públicas que se han celebrado en nuestras calles a pesar de la misma incertidumbre sobre sus consecuencias sanitarias. Una hasta podría pensar que, a lo mejor, las instituciones públicas se preocupan más de nosotras y nuestra salud que de otros colectivos que vaya usted a saber… Sin embargo, una vez más, la capital de este nuestro querido país sigue sin ser, afortunadamente, el ombligo del mundo y por los restos de nuestro territorio podremos salir a la calle o no -santa libertad- para celebrar una necesaria reivindicación social, más justificada si cabe, en este tiempo de pandemia.
El colorido del debate sobre las concentraciones públicas parece que hace su efecto para, una vez más, velar la situación actual de las mujeres. Desde la incidencia del paro estructural hasta el teletrabajo, ese hallazgo digital que aprieta más los zapatos de tantas profesionales que se enfrentan a demasiadas horas sumando cuidados y responsabilidad laboral. También ha sido el colectivo que antes ha perdido su trabajo y el que sigue amasando horas clandestinas en ese mercado negro de los cuidados a terceros.
Con esta situación es fácil pensar que no tenemos demasiados motivos para celebraciones y que seguimos pisando en el mismo escalón de la reivindicación urgente como integrantes mayoritarios e igualitarios de la sociedad. Sería interesante que nos dejaran de contar que no estamos para celebraciones, porque de eso se trataba, precisamente, mucho antes de la llegada de ese enemigo invisible que nos sigue matando diariamente.
Ciertamente, este 8 de marzo no será igual a cualquiera de los celebrados en estos más de 100 años de reivindicación. Ni este 2021 podía ausentarse del mundo covid en el que estamos inmersos. Un mundo pandémico donde las mujeres están en la primera línea, pero también con las cargas desproporcionadas que siguen soportando. Con todo esto, deberíamos considerar que, muy a pesar de todo, en este año se hace imprescindible reivindicar la corrección urgente de muchas situaciones que han empeorado el camino hacia esa deseada generación de igualdad que, como declara la ONU, se basa en la necesidad inaplazable para que “se exija el derecho de las mujeres a la toma de decisiones en todas las esferas de la vida, la igual remuneración, la distribución equitativa de los cuidados y el trabajo doméstico no remunerados, el fin de todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas y unos servicios de atención de la salud que den respuesta a sus necesidades”.
Demasiado trabajo para perder tiempo en especulaciones visuales y escenarios de guiñol cuyo único objetivo es redireccionar la confrontación meramente ideológica contra el feminismo. Decía la escritora y feminista, Monique Witting que “las mujeres, aunque extremadamente visibles como seres sexuales, permanecen invisibles como seres sociales”. Sería interesante que ese cepo de la pandemia no desordene las prioridades para la mayoría de la población mundial, que sigue esperando alcanzar esa cuarta ola de la sororidad con el peligro de descarrilar en una vía desafectada de realidad.
Hasta que las mujeres no ocupen el 50% de los cargos en las instituciones públicas y las empresas, y los trabajos domésticos y sociales se efectúen al 50% entre hombres y mujeres, las reivindicaciones no cesarán.
ResponderEliminarDesgraciadamente hasta la igualdad en los salarios puede costar otros 50 años más... En fin., lo peor es que creo que se está consiguiendo también la polarización que está ensuciando la narrativa social en todo. Un abrazo, Pascual.
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