LA HUIDA DE FEBRERO
Me gusta terminar febrero. Es un mes delicado con los principios de año y nos acorta en unos días el maltrecho bolsillo, tanto económico como emocional, para adelantar el final de cualquier invierno que siempre tiene su propio demonio. Sí, me gusta terminar este mes de amores y candelarias para apresurar las azucenas y los jazmines que, iniciando su místico viaje de fragancias, enaltecerán las mil primaveras más que deshojaba Castelao. Pero especialmente agradezco terminar este febrero por su numerología letal de víctimas de esta pandemia, que sigue reportando demasiado dolor aunque parezca que ya no nos hiela la sangre. Hemos pasado de puntillas esta segunda mensualidad del nuevo año con el conocimiento de las consecuencias de nuestros quehaceres diarios, de sabernos menos responsables a pesar de los contornéos que nos llevamos para querer evidenciar cierto hartazgo de esta vida que nos ha tocado lidiar. Un día detrás de otro para resistir ante la realidad de que nada volverá