EL MILAGRO DE SEPTIEMBRE


 


Septiembre, ese mes que parece retomar regresos diversos, comienza a navegar por nuestros ojos con cierto aroma de desaire a pesar de ese poso tranquilo de las vacaciones. También es cierto que en eso de la polis activa se nos quedaron enrocadas demasiadas dudas sobre lo que nos pueda deparar este nuevo curso que no tendrá nada de escolar por aquello de saber aprender buenas lecciones. Tanto es así que la dialéctica encrespada con los vientos polarizados de una mensajería excesivamente cruenta, continúa su andadura en las aguas de la gobernabilidad de un país tan tozudo como diverso. Solamente faltaba que algo pudiera enturbiar lo que nos aúpa como país tantas veces, con eso de los logros deportivos y que siempre han servido para reordenar afectos sociales. Y por no darle la razón a Mark Twain cuando afirmaba que “si es un milagro, cualquier testimonio es suficiente, pero si es un hecho es necesario probarlo”, no seguiré ese hilo conductor hiper mediatizado sobre ese lechado de finura y saber estar que teníamos en estima, ocupando nada menos que la máxima representación del real balonpié. Si no era suficiente visualizar en vivo y en directo el estilazo del menda, hemos pasado de casilla para sufrir una investigación sociopolítica entre cortes de video y filosofía del comportamiento donde abanicar los hechos para intentar justificar al impresentable malo de la peli.

Algo parecido vamos a seguir explorando durante este mes de la cosecha, aderezado por el mensaje hueco que acune eslóganes pegadizos por aquello de repetir para convencer. Porque, al final y a pesar del resultado colectivo de las elecciones, este país sigue con sus costumbres siempre tan de bravuconada intentando retorcer cualquier articulado para seguir tensando esta cuerda tan importante como es la convivencia. Y tanto es así que hasta nuestra moderna monarquía retoma esa sabiduría tan nuestra para decidir desde la entrañable costumbre que tanto nos deleita.

No repetiremos eso de los tiempos convulsos porque históricamente todos lo son. La tranquilidad o la incerteza cabalga siempre de nuestra mano por aquello que, mal que nos pese, seguimos sin saber que será de nosotros en el próximo minuto. Aún así y por aquello de no repetir en exceso nuestras cuitas, dejaremos un hilo de esperanza sobre la capacidad de nuestros representantes en digerir el resultado de las decisiones de todos y todas. Sería casi imprescindible dar testimonio de un país que aunque a veces disimulemos con ahínco, cree más en los hechos que en el milagro de unos pocos.




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