ÁRNICA

 



Como bien apunta el filósofo contemporáneo André Comte-Sponville, “siempre es de noche en alguna parte y siempre hay un sol que se alza en el horizonte”. Una realidad binaria, bilateral que siempre nos rodea en este quehacer diario que intenta dejarnos en ridículo. Cuando apostamos desde la nocturnidad de los acontecimientos e intentamos hilar cierta coherencia a nuestras decisiones, siempre aparece el resplandor de otro amanecer para seguir dudando de cualquier decisión exclusiva. Tal vez, precisamente, en ese intento de exclusión de la variedad y el color, reaparecen nuestros males para seguir errando con un intento de tapar el sol con un dedo. Empezamos a tolerar que las oscuridades públicas entre unos y otros prevalezcan en un estado general de ruptura y crisis que sabe más a una necesaria e utópica oportunidad partidista que a un horizonte que siempre proyecta más luz que desesperanzas.

También es cierto que sufrimos esa estúpida dolencia sobre la desmemoria de lo que fuimos para dejar sin contexto la realidad que siempre sucumbe a nuestros pies. Nos olvidamos que cualquier paso dado puede convertirse en pesimismo para una vuelta atrás que, a pesar de todo, nos deje sin impulso. Es cierto que tenemos una fuente de sabiduría implícita sobre nuestra capacidad de resistencia, pero de igual forma, volver a andar lo que ya caminamos acorta demasiado los senderos hacia tiempos novedosos dejándonos sin tiempo real para nuevos retos.

Entramos en la semana de la gran batalla política con excesivos nombres propios y con consignas exclusivas de siglas. Comenzamos una andadura legislativa con demasiados remiendos para seguir la torpeza de las apuestas bilaterales por aquello de dejar el barro para quienes no tenemos una orilla donde observar. Mientras tanto, la noche seguirá alumbrando a quien vigilará con su dedo que nadie pueda ver en el horizonte una nueva oportunidad de futuro. Tal vez sea el momento de mirar quién empuña ese dedo para desviar el interés colectivo y dejarles al lado de la árnica para que puedan seguir estornudando mientras los demás apostamos por un nuevo amanecer.

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