ÁRNICA
Como bien apunta el filósofo contemporáneo André Comte-Sponville, “siempre es de noche en alguna parte y siempre hay un sol que se alza en el horizonte”. Una realidad binaria, bilateral que siempre nos rodea en este quehacer diario que intenta dejarnos en ridículo. Cuando apostamos desde la nocturnidad de los acontecimientos e intentamos hilar cierta coherencia a nuestras decisiones, siempre aparece el resplandor de otro amanecer para seguir dudando de cualquier decisión exclusiva. Tal vez, precisamente, en ese intento de exclusión de la variedad y el color, reaparecen nuestros males para seguir errando con un intento de tapar el sol con un dedo. Empezamos a tolerar que las oscuridades públicas entre unos y otros prevalezcan en un estado general de ruptura y crisis que sabe más a una necesaria e utópica oportunidad partidista que a un horizonte que siempre proyecta más luz que desesperanzas. También es cierto que sufrimos esa estúpida dolencia sobre la desmemoria de lo que fuimos p