LA TARASCADA DE CHRONOS
Hay un anuncio muy televisivo que dice algo así de que España es un país para comérselo. Un guiño acertado sobre nuestra gastronomía pero que en el ámbito político lo han tomado al pie de la letra. No podría decir cuál es el verdadero hartazgo social que tanto refrendan los opinólogos tan de trending topic que tenemos, pero tras ver las reacciones a la convocatoria de elecciones generales, resulta que a casi todos les ha venido mal. Un desatino para aquellos que llevan casi cuatro años hincando el diente al huesudo mensaje sobre la ilegitimidad del gobierno y que se esforzaron en presentar los pasados comicios como un plebiscito al sanchismo. Los mismos que se auparon al balcón de las grandes ocasiones para exhalar el final de una época y condicionar la continuidad de la actual situación gubernamental al menor tiempo posible. Y como ocurre dentro de nuestra propia personalidad como país, aquí hacer o decir una cosa y la contraria se convierte en la estrategia para seguir esquivando la verdad y la pausa política. Es esperanzador la gratificante preocupación por el disfrute vacacional aunque olvidemos en esa afirmación lo más importante, que es el aumento del número de trabajadores y trabajadoras que a día de hoy pueden disfrutarlas por seguir trabajando o por haber conseguido un contrato laboral esquivo desde hacía bastante tiempo. Es loable la necesidad de pactos que garanticen la voluntad de todos aquellos que se acercaron a votar para aplaudir nuevos escenarios donde los votos valen igual desde el primero hasta el último. Esa grandeza de las buenas democracias donde la minoría puede condicionar a los triunfadores por aquello de los equilibrios sociales. Una esencia vapuleada en los últimos años a costa de hacernos demasiado pequeños en esto de las lides democráticas.
Apunta el sociólogo Noam Chomsky, en su cruzada contra la desinformación y su necesidad vital de cuestionarse todo cada día, que “la propaganda es a la democracia lo que la coerción a un estado totalitario”. Un corralito que se hace cada día a la información y que despierta esa desazón social que tanto extrapolan los de siempre en ese martilleo atrincherado de unos contra otros. Por otra parte, reconozcamos que sabemos bien eso de adelantar decisiones electorales por aquello de la gobernabilidad y los tiempos como estrategia política. Pero utilizar cualquier trama para agrietar el compromiso con la verdad representa el peor de los escenarios para construir sociedad en esta época. Llama la atención que el verbo mentir solo se utiliza para el descrédito de unos y acumular demasiados desajustes con la verdad para otros. Pequeños bocados persuasivos a una sociedad que se desacredita considerándola tan voluble en su toma de decisiones y en el empeño de considerarnos tan absurdamente pusilánimes. Tal vez nos hemos quedado encerrados en la Quinta del Sordo sin darnos cuenta que Chronos sigue devorando a sus hijos a pesar de que los necios siguen apuntando con el dedo para despedazar la verdad como la única oportunidad para todos.
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