Aunque no lo parezca, nos encontramos en ese tiempo de descuento que tan poco interesa a las siglas de la representación política, y en cambio, debería ser motivo de lupa ciudadana por aquello de evaluar, reflexionar y decidir en eso que se exige imprescindible en nuestra representatividad democrática. Un tiempo preelectoral donde todas las formaciones políticas mueven ficha para situar a sus candidatos en la salida en estampida de esos quince días de campaña que tanto alborotan nuestras calles y tumban escaletas informativas. Y todo esto bajo ese paraguas del absolutismo en las urnas, con el objetivo superior de arrasar en numerología a costa de lo específico y diverso que se muestra en cada uno de los votos que se emiten. Y es que nuestro sistema electoral queda reflejado en esa apariencia de premiar siempre al que lidera la carrera y termina aglutinando más allá de su poderío ideográfico. Y todo ello bien azuzado con encuestas divergentes que tendremos diariamente en el divertido salseo de los líderes de la opinión periodística, que en estos tiempos se ponen las botas. Nos esperan momentos estelares de defender un sondeo y el contrario, olvidando la gestión y los resultados de una administración que ha tenido cuatro años para hacer y deshacer en pro de su ciudadanía. Sin embargo, quedará en el olvido este tiempo de precampaña donde existen demasiados silencios para enmascarar la verdadera estrategia de la política actual, donde se aúpan líderes que vienen bien a las siglas por aquello de barrer votos, olvidando la necesidad de evaluar y diseccionar lo más importante en el día a día de las ciudades y su ciudadanía. Un tiempo donde, una vez más, tampoco es igual el estilo de esos bloques ideológicos de la derecha y la izquierda. Unos porque dan por sentado que ya hicieron el juego sucio de acoger para aglutinar y otros por aquello de seguir en la nefasta intransigencia para desdoblar intenciones en este sistema que tanto penaliza la individualidad de las minorías. Para una parte de ese mantra ideológico, llevan demasiado tiempo multiplicando sus encuestas a costa de una campaña de desgaste y a expensas de su responsabilidad administrativa. Pero los otros han enjuiciado excesivamente sus planteamientos para distraer el mayor bien social que es la negociación de todas las partes. Decía JFK que “no podemos negociar con aquellos que dicen lo que es mío es mío y lo que es tuyo es negociable”. Un punto de inflexión para entender estrategias que arruinan demasiadas expectativas de unos para abaratar las contradicciones de otros. Desgraciadamente, en ese simplismo obtuso quedarán relegadas muchas esperanzas de aquellos que en lugar de siglas rebuscan la necesidad de agrandar mejores tiempos y solvencia para un momento que, además de descuentos, nos traerá demasiados retos colectivos. Mientras tanto, el tic tac del entendimiento sigue descontando.
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