LA LIBERTAD DEL LABERINTO
Si ya teníamos bastante con los colores dolientes que nos encontramos en la capacidad editorial de los diarios de información general, sólo nos faltaban para ese fin tan arraigado del editorialismo las portadas del papel couche tan especial y específico de nuestra patria. Esas revistas del corazón que siempre juegan con el pacto económico para poner y quitar portadas de acuerdo al interés entre partes. Reconozcamos que en esta ocasión, tras la “pillada inocente” de una madre por subrogación en silla de ruedas, nuestra actualidad paró todas las agendas informativas para llevar al culmen de la disección mediática un acto ilícito en España, que gracias a una instrucción de 2010 deja la posibilidad demasiado abierta para hacerse con ciertos deseos personalísimos fuera de nuestras fronteras y poder, finalmente, registrar legalmente a los pequeños en nuestro país. Hay una reflexión de una de las protagonistas de El cuento de la criada que apunta a que “la humanidad es muy adaptable. Es sorprendente la cantidad de cosas a las que llega a acostumbrarse la gente si existe alguna clase de compensación”. En realidad esta distópica historia converge en demasiados modos y formas que empiezan a caracterizarnos en este nuevo siglo tan preocupado de los derechos individuales mientras miramos al otro lado con justificaciones de ciertos personajes popularcillos que juegan a aquello de importarles un “plin” lo que piensen los demás. Y gracias a este amasijo de opiniones y posicionamientos, tendremos un buen hilo deconstructivo sobre los indeseables vientres de alquiler que, si somos honestos, ya de entrada suena bastante mal. Tenemos la mala praxis de mezclar aquello de la libertad por sí misma, entre el para y el de, con esa libertad para la colectividad que aprieta los excesos entre unos y otros, con esa libertad de uno u otro que siempre deja a alguno por encima de los demás.
Lo más interesante de todo es que el patrón informativo sigue reculando a la sentimentalidad de sus protagonistas, a las sensaciones anímicas de quienes la recibimos, una de las armas más poderosas en esta sociedad que enmascara el contexto para persuadir en lugar de informar. Nada nuevo bajo este sol que desacredita nuestro deber de conocer y verificar hechos y actitudes, por aquello de no acostumbrarnos cada día a algún paso más que nos lleve a excesivos precipicios sociales y seguir defendiendo las diferencias económicas como garantía para quienes puedan seguir haciéndolo por su estatus monetario. Una relación de contrapoder que siempre enmascara realidades pasadas y da más valor a quienes serían mejores familias, mejores madres y padres por aquello del peculio monetario. Demasiados ejemplos en nuestra historia reciente para tener que vivir en vivo y en directo las fatalidades y deseos individuales y , además, exigir la aceptación social entre tonalidades de portadas. Mientras tanto, seguimos correteando libremente en el laberinto de las vanidades y su altanería, sin darnos cuenta que las puertas permanecen cerradas aunque alguien se seguirá entreteniendo con nosotros.
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