LA DESAZÓN DE LA IRA
Todas las semanas tienen su estrepitoso adelanto de esa sinrazón que nos empieza a caracterizar con demasiada flojera a esta ciudadanía que siempre galopa entre quijotes luchando con molinos de viento, aunque nos vendan demasiados titanes. Y en esta, a pesar de contar con una hora menos, se completa el listado de excesos en esa variopinta agenda de miserias narrativas que siguen azuzando ese mantra tan belicista de las dos Españas, de esos bandos insalvables que vaya usted a saber quién lo reinventó y para qué. Los mismos que critican el revisionismo de nuestra historia más cercana reivindican para ellos mismos la simplicidad de los adjetivos ante una perpleja ciudadanía que, a pesar de todo y de todos, repliega sus pasos con la construcción vital de cada día. Se dice que la vida no es la que separa a las personas, que es la envidia, la hipocresía, el egoísmo… esa falta de madurez en nuestra percepción de nosotros mismos que tira al estercolero a los diferentes para convertirlos en