LA TELA DE ARAÑA
Se ha recapitulado muchas veces a Concepción Arenal, precursora del Trabajo Social en España, con esa cita sucinta de que “la ley es la conciencia de la humanidad”. Hay que reconocer que esta última legislatura a pesar de la diversidad de cataclismos con los que ha tenido que lidiar, se va a diferenciar especialmente, por la diversidad de revisiones legislativas que acomoden nuevas situaciones o que recuperen algunos de los derechos que se habían quedado en el olvido. Y eso significa siempre un riesgo bastante difícil de controlar desde la diversidad pública que contemplamos diariamente. Porque como todo en la vida, dependerá de las acciones particulares donde comprobar el grado de distancia entre lo que hacemos y sus consecuencias. Reconozcamos, además, que legislar no es fácil en la práctica, donde el espíritu del legislador apunta, el enjuiciador interpreta y la sociedad opina y acata. Y en estos últimos tres años hemos sabido de comulgar demasiadas pero necesarias limitaciones para ahora recapitular en tantos proyectos legislativos que en la mayoría de los casos, no hemos pasado del titular.
Una vez más volvemos a la información de las emociones en lugar de la información que conlleve la generación de una opinión pública adulta y conforme a ese nervio democrático que nos garantiza la igualdad y los avales administrativos. Olvidamos que las leyes conforman nuevas telas de araña que como decía Solón, podrán contener lo débil y ligero de demasiadas realidades que hasta ahora quedaban invisibilizadas entre las mayorías sociales que como siempre tienen la posibilidad de pisar más fuerte. En realidad el nacimiento de nuevas leyes, de nuevos relgamentos debería ser siempre motivo de interés por parte de toda la sociedad. Un interés que acerque posturas para equiparar derechos y obligaciones que nos lleven a puntos de partida igualitarios donde cada uno pueda poner su parte para equilibrar la del otro.
Sin embargo es desesperanzador observar que la morada legislativa de todos, consigue repudiar los acuerdos por intereses simplementes partidistas en ese modo de intensidad ventajista electoral que casa mejor con las emociones que con la racionalidad. Y cierto es que peor sería no arriesgar con el deber de codificar las realidades que tenemos por aquello del desembolso electoral. Tanto es así que siguiendo la hilaridad de las emociones y para mantener esa turbación social, algunos se dedican a abanderar las quimeras en lecturas de parte para demostrar los recovecos legales a costa de los derechos de otros.
Malas experiencias para una sociedad democrática que entiende el cuidado de cada uno de sus ciudadanos sin diferencias de raza, sexo, condición económica o religiosa. Lo malo de todo esto, no es que cada uno analice su mayor o menor confianza en las nuevas normativas, algo que conforma respetablemente la conciencia colectiva humana. Lo que encoge el alma es que como completaba uno de los siete sabios de Grecia es que algunos ya estén salivando para traspasar por lo fuerte y poderoso esa frágil tela de araña.
Comentarios
Publicar un comentario