UNA OBSTINACIÓN REBELDE

 


Nos encanta medir estos tiempos. Esa necesidad de mensurar todo lo que somos, lo que opinamos, lo que comemos, a qué dedicamos las ocasiones de ocio… y todo para rebuscar lo más íntimo de nuestros pensamientos. Nadie se fía de la veracidad de nuestros quehaceres y buscamos, en aras de apuntalar nuestros designios particulares, esa unanimidad relativa para saber qué haríamos conjuntamente sobre cualquier situación. El ejemplo incontestable son las encuestas electorales que sirven tanto a los de siempre pero que estorban tantas veces en la expresión pública de una campaña electoral que por definición debería demostrar más contenido y menos eslóganes propios del clickbait actual. Una estrategia para tensionar nuestras opiniones y dejar un chorreo de horas de tertulia danzando con la numerología impropia. En tantas ocasiones nos hemos quejado de ser solamente un número en el destino social y, sin embargo, seguimos orquestando las mismas precisiones cuantificadas para dejar de lado la cualidad personal que tanto enriquece a una sociedad democrática.

En verdad, todo esto era para hilar un análisis reciente del Instituto Reuters sobre Estudios Periodísticos que, como cada año, nos ofrece una visión lo más internacional posible sobre esta relación entre periodismo y sociedad. Como conclusión simple, pinta un panorama tan, tan negro como para no preocuparse de este vínculo imprescindible para con nosotros mismos. Es desesperanzador comprobar que los datos arrojan demasiada desconfianza hacia las noticias diarias, una tendencia que lleva demasiados años instaurada en el pensamiento general. La peor parte queda reflejada en esta edición al comprobar que la ciudadanía empieza a contemplar que consumir noticias le fastidia y le estresa la vida. Un salto cualitativo para una población que desprende transparencia mirando hacia otro lado. Un salvoconducto para difuminar la confusión y la preocupación de nuestros días y apostar por consignas más livianas de las que bien saben los poderosos gurús del marketing. Entre las causas de este cambio de paradigma están aquellas con las que ya convivimos diariamente, entre adoctrinamientos ideológicos que prevalecen para no fastidiar nuestros esquemas particulares y los que no comprenden este nuevo juego de dimes y diretes que nada tienen que ver con su jornada a pie de obra vital. Pero hay una minoría, tal vez la más preocupante, que desecha ese necesario consumo informativo porque al final nada soluciona los excesivos contrastes que evidencia un mundo demasiado enfermo de todo. Un fatídico canto ya no sólo a la desconfianza, sino a esa incapacitante resignación que ya definía Balzac como “el suicidio cotidiano”.

A pesar de todo, estoy convencida que toparnos de bruces con tantas realidades que antes no pasaban por nuestra agenda diaria puede repercutir en alguna clase de metamorfosis social para salir de ese conformismo gris que nos sigue dejando sentados en la butaca de la indiferencia. Y en ese diámetro siempre equidistante con la realidad, tal vez, nos volvamos a reafirmar como sociedad. Ya lo decía el filósofo Paulo Freire: “no es en la resignación donde nos afirmamos, sino en la rebeldía frente a las injusticias”. Posiblemente en esa obstinación rebelde encontremos la mutación de nuestro tiempo.

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