A LAS PUERTAS DEL BÁRATRO
Imaginaba el infierno Jorge Luis Borges como un lugar donde después de muerto te siguen atribuyendo estupideces que no dijiste. Y ciertamente, un averno de esa calaña debe ser cercano al castigo infinito. Vivimos de cara al chismorreo petulante entre bandos que reabren sus incesantes estrategias de decir la más osada mentira para ser encumbrada por la actualidad diaria en nuestros canales informativos. Desgraciadamente premiamos con nuestra atención la estrategia del engaño para difamar la historia o la realidad. Toda una pericia para tapar demasiadas carencias en los contenidos que más deberían preocuparnos. Los siete días de la semana se resumen entre declaraciones y contradeclaraciones de quienes deberían tener la obligación de rendir cuentas de su trabajo y sus propuestas. Para ello no hay nada como advertir con el verbo fácil de la palabrería y conseguir la viralidad que tanto gusta en estos tiempos.
En esta tesitura mediática solo nos faltaban unas elecciones, en esta ocasión en clave andaluza, para impregnar este ambiente preveraniego de cierto éxtasis de micrófonos y actos multitudinarios. Todo un seguidismo para la misma falta de profundidad y seguir repatriando comentarios sesgados sobre nuestra existencia. Es cierto que el colectivo político ha hecho un buen trabajo en todos estos años para poner en entredicho esta democracia que tanto necesitamos pero que en demasía la dejamos vendida al mejor postor. Seguimos obcecados con la colorimetría de quienes nos demandan nuestros votos para llenar urnas y vaciar responsabilidades pasadas y futuras. Con todo ello, nos quedan dos semanas para reclutar motivaciones que sepan de proyectos, de posiciones ante los retos que tenemos por delante, que deberían saber más de crisis global que de bolsillos individuales. Unos seguirán con su revisionismo histórico para seguir ocultando su propia historia. Otros muy castizos repartirán las migajas de las promesas electorales como en una feria de vanidades. Pero a pesar de todo, la mayoría explícita seguirá mirando de reojo a la sociedad en su conjunto, que por una vez mandará más que la especulación de las encuestas.
Tal vez, como decía Borges en El inmortal, “fácilmente aceptamos la realidad, acaso porque intuimos que nada es real”. Demasiado hastío de realidades que nos deberían recomponer en nuestra obligación de reclamar más derechos para seguir apostando por los deberes colectivos que tanto diluimos entre nuestras hazañas. Al final, de tanta estupidez solo nos quedará otra puerta del báratro donde seguir acicalando tanta dolencia social para seguir escuchando nuestra falta de responsabilidad.
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