MANGONEOS LIBERTARIOS
Se nos quedó el fin de semana con ciertos excesos climáticos que parecieran acompañar a algún que otro despropósito con epílogo en los rebuznos de quienes quieren representar esa vox populi de la mayoría. Una inquietante algarabía que siempre deleita a los extremos pero que acalla a la sociedad invisible de espectáculos. Si tuviéramos que ponerle un sustantivo calificador a este tiempo debería ser esa manoseada libertad. Desde la propia hasta la colectiva, que siempre nos queda tan mal hilvanada, para quedar en la mayoría de las ocasiones reducida a lo intransferible. Tanto es así que mientras defendemos esa libertad propia porque todos lo valemos, otros vociferan en trabalenguas lo etéreo de esa sensación personal para colectivizar a su antojo. Todo un desatino para interceptar esa oportunidad tan única y que tan bien dejó reflejado Albert Camus: “La libertad no es más que la oportunidad de ser mejor”.
Muy a nuestro pesar, esa linealidad entre responsabilidad y autonomía personal queda desbaratada en este descrédito de nuestro tiempo. En definitiva, liberamos la bandera muy fácilmente olvidando que en cada palabra y en cada movimiento nuestra legitimidad solamente puede ser observada desde esa oportunidad de mejorar lo que ya se ha dicho. No es nada nuevo, bien nos debería tener aleccionados el refranero popular que siempre nos aconseja la sensatez del hablar sosegado o el no desairar el silencio con palabras huecas. Y, sinceramente, nos hemos acostumbrado en demasía a los improperios que desgastan el discurso y ahondan en la impopular ignorancia.
En solo 48 horas hemos presenciado diversos acontecimientos públicos donde los medios de comunicación han colaborado en la desdicha de un emérito de ida y vuelta o verbalizar la incongruencia de las guerras internas de algún ombligo personal. En cambio, el resto de mortales seguimos acaparando esperanzas para que no nos toque algún viraje indeseado en nuestro equilibrio vital. Posiblemente banalizar sobre derechos tan esenciales sea una de las alertas más significativas de la falta de responsabilidad de aquellos que nos representan o nos han representado. Posiblemente asumir que estamos en estas lides sea el ejemplo más significativo de nuestra pequeñez como sociedad, dejando pasar, una vez más, la oportunidad de ser mejores. Ya lo decía a finales del siglo XIX el escritor Elbert Hubbard, “la responsabilidad es el precio de la libertad”. Todo un mensaje a su particular “García”, pero que descubre la antítesis para seguir mangoneando entre demasiados embustes.
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