LAS BONDADES DE MAYO
Ya lo decía Sigmund Freud: “La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas”. Será por eso que siempre reparamos en la matria que tenemos todos dentro y que sabe del cuidado sigiloso de todo aquello que nos rodea. Comienza mayo entre demasiadas incertidumbres, que parecen coincidir en la conjunción perfecta para deshilachar las esperanzas futuras. Pero este mes largo para despedir el frío del invierno nos trae la fuerza suficiente para celebrar más primaveras a pesar de todo. Reconforta entrelazar entre cánticos solidarios la fuerza de la mayoría que sabe menos de clase pero que reafirma su paso imprescindible para consolidar derechos ante aquellos que siguen agazapados en los suburbios del trabajo precario que tanto daño hace al conjunto de nuestra sociedad. A pesar de todo lo que llevamos padeciendo entre crisis sanitarias y bélicas, reconozcamos que, por lo menos, hemos tenido tiempo para redimir algunos pecados del pasado laboral y reiniciar nuevas sendas que repercutan en un caminar más animoso y solidario. A pesar de ello, todavía quedan demasiados trechos que abordar, aunque a día de hoy casi es más preocupante la timidez en defender lo andado que la ruta futurible que podamos encontrar.
Si algo hemos aprendido de esta época ingrata que nos despierta cada mañana, es la necesidad de cuidarnos y la impronta por cuidar lo que nos rodea. Tiempos de vigilar lo indeclinable que, al final, es la vida de cada uno de nosotros. Tiempos de guardarnos las espaldas a pesar del extremismo que sigue vociferando el insulto facilón para alardear de las bravuconadas de los que pecan de la inseguridad ante lo importante. Tiempos de custodiar las reglas básicas de convivencia y respeto para aniquilar desde la palabra las tentaciones de la fuerza frente a la eficacia de la bondad que siempre nace del respeto.
Mayo comienza con su banderola del mes más maternal. El que sabe del nacer entre los días que se alargan y celebran la explosión de los colores de la tierra fértil. Todo un regalo solícito para este vivir que escora demasiadas veces la gratitud por el aire que respiramos sin diferenciar de dónde somos y a dónde vamos para dejar al descubierto el absurdo fracaso de la pluralidad que siempre busca el buen abrazo. Una hermosa poción esencial para seguir caminando en este sendero rugoso de demasiadas afrentas hacia cada uno de nosotros.
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