UN PARÉNTESIS PARA RIMAR

 


Se le atribuye al padre de la poesía moderna un verso incesante dentro de su Carpe Diem para alabar esa actitud: No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo”. Un estupendo destino que debería sobreponernos a estos tiempos demasiado incorrectos donde podemos regresar a otras partes de la historia de nuestra civilización que saben más de insidia y desesperanza. Hemos regresado a la primavera como único elemento halagador de todo lo que nos rodea, mientras dejamos en el aire los estornudos de un planeta que sigue girando a pesar de tantas zancadillas de quienes lo habitamos. En verdad, vivimos apretando demasiados calendarios para enumerar el anecdotario del tiempo público, ese con el que despertamos cada día para dejarnos bien sentaditos ante las reflexiones universales de esta estancia limitada donde parece reinar en demasía aquello de sálvese quien pueda. Llevamos demasiado tiempo a caballo en esta cruzada de estereotipos partidistas para seguir polarizando posiciones que simplemente degradan lo que debería ser nuestro instinto más humano como es el acercamiento. Durante esta última semana pasó como un suspiro la celebración de un día para ese tesoro de versar la vida, conmover una esperanza en un poema y rimar la vida con esa primavera del tiempo. Nuestro querido Walt Whitman lucharía contra este desaliento inquebrantable en los techos del mundo, viviendo intensamente como un refugio de todo lo que podemos ser…

A pesar de la hermosura de las palabras que siempre alientan lo mejor de nosotros mismos, deshojamos demasiadas frustraciones al son de la crítica destructiva, la hambrienta rabieta de los perdedores, para dejar de mirar la última hoja que sigue brotando en la rama a pesar de nuestra parálisis social.

Por esta vez, se queda el enfado en estas reflexiones. Por una vez, necesitaba aparcar tantas agendas de lo público, que vitorean diariamente el estómago de unos cuantos, para señalar la esencia de las rimas humildes de todos los que intentamos sobrevivir al caos de unos pocos. Sí, llegó la primavera una vez más, aunque hayamos olvidado que ella siempre es una pequeña revolución. Por una vez, aprendamos de nuestros poetas muertos para vivir la vida en esta sociedad donde todavía pueda quedar una silla para cada uno de nuestros poemas vivos.

Comentarios

  1. Los gobernantes o dictadores, que no políticos, no entienden de palabras y menos de versos, sólo entienden de guerra y represión, cosas que fomentan el odio, la muerte, el rencor, la pobreza y la desigualdad.
    Ser un poeta es mucho más difícil que ser un gobernante, lo que surge de la mente de un poeta o una poetisa es sentimiento de amor, cariño e igualdad, algo imposible de entender para un gobernante.

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    1. Que no nos falte nunca el buen risas... Gracias Pascual... ✒️

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