ADICTOS




Ya lo decía Fiódor Dostoyevski: “somos adictos a lo que nos destruye”. Y lo somos tanto y con tan buena calidad que repetimos anecdotarios propios que navegan en cada década que nos resistimos a vivir. El que más y el que menos comienza a resignarse con que cualquier situación se hará posible en este mundo en el que nos toca coexistir. Infravaloramos una epidemia mundial que llevaba meses mordiendo a un país que nos quedaba tan lejos que pensábamos que nuestras fronteras no dejarían pasar. Algo parecido comienza a anidar en los desconsolados ciudadanos que sabemos, cada vez más, de malas noticias en medio de un intento de sacar la cabeza ante tanto fango.

Entre los toques a nuestra puerta de amenazas nucleares y el nefasto movimiento de refugiados hacia lugares donde mantenerse sólo a salvo de las bombas, nos está quedando esta segunda década del nuevo siglo con ciertos tics que parecen derribar demasiados cimientos que dábamos por eternos. Mientras unos llenan su existencia empuñando el arma comprometida en defensa de su territorio, otros nos enfrascamos en multidirecciones a costa de tanta hiperconectividad, que en lugar de ofrecer las necesarias seguridades, provoca esa ansiedad de no saber muy bien quién nos puede estar engañando.

Nadie quiere la guerra, nadie. Nadie quiere elevar el nivel militar de nuestros pasos siguientes, pero todos nos sentimos amenazados. Todo un paradigma que entorpece demasiados mensajes que llevábamos acunando mucho tiempo sobre los deseos de la ansiada paz. Será, como decía John Lennon, que “la paz no es algo que deseas; es algo que haces, algo que eres y regalas”. Y es que seguimos siendo de poco hacer y ofrecer mientras resoplamos delante de cualquier televisor. Todo para seguir mordiendo las uñas de este tiempo nefasto con la garantía histórica de que en algún momento se resolverá. Todo un icono para una civilización que a la primera de cambio gusta de soportar un buen garrote antes de sentarse a escuchar. Pocas certezas nos quedarán en los próximos días. Seremos capaces de seguir creyendo en estrategias poderosas que resquebrajen la voluntad de ciertos sátrapas que siempre aparecen en los peores momentos de esa geopolítica que tanto sabe de ellos. Y aplicaremos las mismas desdichas para superar con sus propias formas y modos el indecente espectáculo de las guerras que arruinan la vida de quienes nunca forman parte de las decisiones.

Mientras tanto, continuaremos suministrando esa oscura necesidad de defendernos a costa de la existencia de muchos y el descalabro de demasiados futuros. Una incesante adicción que, como en otras situaciones históricas, tendrá su reflexión cuando todo esto, mejor o peor, haya pasado. Un tiempo de descuento que, finalmente, contará con la pérdida de demasiadas vidas, y cualquiera de ellas habría sido necesaria.


Comentarios

  1. La historia se repite una y otra vez, dictadores que masacran pueblos, desplazados, dolor, sufrimiento y muerte entre los más débiles.
    Sufro con el dolor de los que padecen los ucranianos, pero mi dolor esta lejos de la realidad, lo mismo que los medios de comunicación se olvidaron de la realidad y el dolor de Siria, Chechenia, Palestina, etc..
    Demasiada manipulación mediática que divide a los pueblos en clases según el interés que gobierna en los medios de comunicación.

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