LOS OJOS QUE NO VEN

 


Recordaba el diplomático Maquiavelo que “en general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven”. Y en esas andamos, sustentando diariamente centenares de imágenes y testimonios que comienzan a completar el puzzle perfecto para cualquier desgracia que nos pueda venir encima. Toda una incesante estrategia para mantenernos en una pseudoalerta constante y seguir lidiando con la realidad propia amenazada por aquello de que nos creíamos imbatibles por la globalización de este mundo.

A estas alturas cualquiera de nosotros hemos caído en la sospecha de no recibir todos los datos sobre los conflictos que tenemos ante nuestros ojos. Nos dejaron en casa ante la amenaza invisible de un pordiosero virus que nos doblegó entre demasiados muertos y afectados que duplicaban el miedo en cada esquina de nuestras calles. Y nos encontramos con un tratamiento bélico de tanto acontecer que nos sirvió para entender que, de alguna manera, nuestros destinos se encontraban fuera de nuestras manos. Reconozcamos que, llegados a este punto, poco argumentario les queda a quienes quieren seguir viviendo de la polarización ideológica que nunca ha resuelto ninguno de nuestros problemas recientes. Y en ese punto, y más en nuestro querido país, seguimos a la caza del incesante desprestigio de quienes nos representan. A pesar del conocimiento que tenemos a nuestra disposición, la viralidad de la desinformación nos persigue, y eso los bandos bien apañados lo saben y lo utilizan. Recibimos cada día los comentarios de diversidad de expertos de mayor o ninguna envergadura sin ningún tipo de filtro para superar en certezas este enjambre en el que se ha convertido eso tan barato que es la información. Y justo en ese punto, nuestro serial cognitivo personal se adentra en la magia de lo visual dejando a un lado la inteligente contradicción en el mensaje póstumo de cada jornada. Todo un enigma que nos lleva a la desbaratada toma de decisiones dejando, una vez más, lineales vacíos en los supermercados para individualizar los daños colaterales de todo lo que pueda venir. Un dañino portazo a la racionalidad que tan necesaria se hace en estos tiempos ingratos.

Como sociedad y como individuos tendremos que asumir nuestra propia responsabilidad en este hervidero informativo que sabe más de redes sociales que de crónicas en el lugar de la batalla. Nos jugamos, una vez más en la historia mundial, demasiadas alianzas con la justicia y la libertad para dejar herida una democracia social y universal demasiado destensionada por parte de la ciudadanía. Tal vez sería mejor abandonar los abarrotados carritos de compra para empezar a buscar más evidencias de las que somos los únicos responsables. No nos servirá la muletilla de que todos nos mienten. Para ello ya llegamos demasiado tarde cerrando los ojos para no ver. También lo decía Maquiavelo: “la naturaleza de los pueblos es muy poco constante: resulta fácil convencerlos de una cosa, pero es difícil mantenerlos convencidos”.

Comentarios

  1. Maquiavelo fue un principiante al lado de los maquiavelos actuales.
    Estamos rodeados de mentes maquiavélicas que gobiernan sobre los medios de comunicación, los políticos, los jueces y sobre todo aquello que pueda ser un peligro para sus intereses. Frente a los maquiaelos, tenemos un pueblo acojonado que vive en la angustia mezclada con la comodidad del que de una forma u otra llega a final de mes, y los que no llegan a fin de mes no tienen la suficiente capacidad y valor de enfrentarse al sistema.
    Mierda de sociedad que nos toca vivir.
    Perdón por los tacos, pero estoy muy encabronado.

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    Respuestas
    1. Vamos cuesta abajo y algunos se complacen por tener patinete...Saludos, Pascual...

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