LA OBSTINACIÓN DE LA IGNORANCIA

 

Encontraba esta semana en las redes sociales una cita del multidisciplinar Goethe sobre que “no hay espectáculo más terrible que la ignorancia en acción”. Convengamos que vivimos en un enjambre de espectáculos diarios donde retorcer la información para llevarla al punto extremo de nuestro propio pensamiento. Reordenamos lo que escuchamos para seguir sentados en nuestro sillón y redimir al primer cantamañanas que se nos ponga por delante para expresar, con una sutil sonrisa, nuestra falaz victoria diaria con nuestras propias razones. 

Durante este año que llevamos, y que vamos deshojando cada mes con un nuevo frente que aguantar, pasó inadvertido un interesante trabajo sobre el mayoritario uso simultáneo de la televisión y el móvil. Pero lo más importante es el porqué de este uso de duplicidades visuales. Podríamos pensar que se debe a la facilidad de comprobar lo que nos cuenta nuestra querida cajita televisiva, realizando esa interesante acción de comprobación constante que nos lleva a cualquier página nuestro buscador de cabecera. Nada más lejos de la realidad. En nuestra actividad táctil con la pantalla se encuentra encerrada nuestra necesidad de confrontar nuestro pensamiento con las opiniones de otros para reafirmar nuestros propios sesgos. Muchas veces he comparado esta acción pseudosocial con los ya tan olvidados cafés en el bar de nuestro barrio, donde se hacen, normalmente, las mejores antologías de nuestra vida sociopolítica de andar por casa. Pero la gran diferencia es que en esas mal llamadas redes sociales olvidamos al diferente para abrazar con pasión a aquellos que lo único que aportan es el mismo veredicto propio sin posibilidades de obtener otras visiones de nuestros variados conflictos actuales.

Mientras tanto, los garantes de esa imprescindible pluralidad pierden el punto intermedio entre la verdad y la falsedad de los datos maquillándolos con insaciables opiniones que desvirtúan el argumentario informativo como la joya de la corona democrática. Hemos pasado de la equidistancia con los datos objetivos a apostar por equidistancias de banderas que juegan siempre en el lado más subjetivo de nuestros valores. La agenda comunicativa juega demasiado a la inmediatez para dejar olvidados en un par de días lo que confirmaba nuestro estupor ante la última desgracia de este mundo que se torna tan complicado. No es de extrañar que nuestros compatriotas de La Palma repitan constantemente que no nos olvidemos de ellos. Todos sabemos que demasiados focos de golpe ante la tribulación de muchos termina con el olvido en el clickbate fugaz de los medios. Posiblemente tanta ignorancia en nuestro hacer repercute en nosotros mismos, consumidores de demasiado chismorreo, olvidando la linealidad de los hechos verificables con abrir de vez en cuando la ventana. Demasiado fácil sería terminar con esta deslealtad con nosotros mismos y repudiar estereotipos de parte que obligarían a muchos a dejar de tratarnos como los bobos de turno aplaudiendo el último insulto bravucón para dejarnos languidecer de tanta obstinación que vacía diariamente la serenidad de los argumentos.

Comentarios

  1. Gracias Sara por el artículo.
    Hemos pasado de la compresión y el razonamiento al bilateralismo y al insulto como armas sociales, esto es muy peligroso.

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