LA SEGUNDA VUELTA
Hemos comenzado el trimestre veraniego con una voraz sensación de activismo ciudadano, por aquello de seguir llenando calles e informaciones entre contagios de esperpento. Mientras que la ciudadanía intenta esquivar la extremidad de un ambiente excesivamente grotesco entre juzgados y sesiones parlamentarias deshilachadas de decisiones, regresamos a la sutileza del patriotismo que juega por todos a la caza incesante del balón. A pesar de esa afición que resucita en las grandes citas deportivas afanados en apoyar a los nuestros, el resultado siempre condiciona nuestra necesidad de conseguir unificar colores en ese espíritu recreativo de nacionalidad. Al mismo tiempo, el cortejo partidista con la actualidad sigue desgranando demasiados pesares que deberían ahondar en la crítica imprescindible a aquellos que hablan por nosotros, enrocando posiciones que delimitan nuestra democracia a una lucha incesante por alejar posiciones en un nuevo intento de obtener lo que no se encuentra en las urnas. Hay una metafrase de las que encontramos en los azucarillos del café mañanero que parecería acompañar con cierta desidia la lectura del periódico de turno, en esa infoxicación de la actualidad que sufrimos diariamente y que se aleja tanto de nuestra vida cotidiana, recordando que “hay un momento en la vida que tienes que elegir entre dar vuelta a la página o cerrar el libro”. Reconozcamos que empezamos a estar más cerca de cerrar situaciones por el hartazgo de tanta mensajería cotidiana, que roza más el insulto que el razonamiento público de la política a pesar de que, nos guste más o menos, sigue siendo nuestra necesaria alianza en la jurisdicción democrática de nuestra sociedad.
En algún momento los poderes constitucionales que tantos golpes de pecho promueven ante micrófonos y atriles, terminan enmascarando la segunda vuelta de tuerca donde atrincherar demasiadas siglas a costa del valor social y democrático colectivo. Hemos pasado muchas páginas durante estos últimos tiempos con esa esperanza de comenzar un nuevo capítulo en esta historia que crece diariamente y que juega a lo interminable para dejar de lado la gestión pública de la que son responsables cada uno de los estamentos sociales que conformamos. Un peligro incesante que nos puede llevar a la necesidad de cerrar este manual populista que recoge excesivos algoritmos, olvidando la certeza y la realidad que sigue deambulando a nuestro lado. Nos jugamos la verdad, en esencia, para seguir buscando el chiste de turno donde embrutecer algo más la vida pública. Tal vez, aprovechando el sigilo temporal del verano, podamos darnos una segunda oportunidad y optar por el vademécum democrático desde donde podamos recuperar el método y la estrategia tolerante, por aquello de una ciudadanía libre y equitativa cuyo máximo valor recaiga en el respeto. De lo contrario, algunos tendrán la tentación de cerrar el libro de golpe para dejarnos en el silencio de un horizonte demasiado nocivo.
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