ENTRE HOJAS DE OTOÑO
Ya lo decía Albert Camus, “el otoño es la segunda primavera donde cada hoja es una flor”. Así deberíamos comenzar a caminar esta nueva estación que, como en todos los procesos cíclicos, repiten entrada en filas con sus propias sabidurías del pasado y los pronósticos de futuro. En total, tenemos unos meses por delante para sentarnos y observar plácidamente como caen las cosas por su propia iniciativa o esperar cabizbajos para darle una buena patada a lo primero que se encuentren nuestros pies. A estas alturas casi todos ya nos hemos metido en salsa con los logaritmos de la actualidad para reforzar ese ingrato posicionamiento sobre lo que nos seguirá limitando en nuestro pensar sin salir de esa comunidad tan virtualizada que nos alimenta cada mañana. Mientras los medios de comunicación estandarizan el mensaje, los responsables de la polarización tan populista de nuestro entorno saben de descontextualizar cualquier situación para llevarnos en andas al enfado social. Nada nuevo en nuestra historia universal que siempre acaba a boinazos para posteriormente hacer un buen discurso de perdones y olvidos. Y como las estaciones, vuelta a empezar.
Yo que soy bastante de sentarme y observar, reconozco cierto hastío que se precipita en el desvarío absurdo de la incomprensión para terminar con ese latiguillo cognitivo de que todos son iguales y nadie acierta en las decisiones para el conjunto de la ciudadanía. Hace tiempo que escuchaba que los grandes cambios, al final, vienen de la mano de las mujeres que afrontan las injusticias y anteponen sus entrañas a su propia vida. Una situación que estamos viendo en Irán a causa de una muerte tan absurda como la de Mahsa Amini y que nos recuerda otras tantas que desembocaron en las revueltas más intensas de nuestra historia. Tanto es así que nuestra política europea mira a Italia con el rabillo del ojo gracias al discurso populista de abanderada mujer al grito de una desclasada cristiandad. Y en medio de todo este frentismo, consideremos esta lanzadera del mandatario ruso sobre acciones bélicas alimentadas por una guerra nuclear. Hay que reconocer que en eso de apretar el botón no se necesitan demasiadas estrategias y demasiados principios. Para sus consecuencias ya estaremos los de siempre, y como en todas retóricas posbélicas, nos convencerán, una vez más, de perdonar y olvidar.
Y como sigo sentada en el banco que acuna los pasos diarios de mi calle, jugueteo con las pocas hojas que empiezan a encontrar mis enfundados zapatos para evidenciar que descubrir las flores de Camus en esas quejosas viejas hojas se hace difícil con el panorama que tenemos. Casi parece más una quimérica ocasión para acallar demasiadas demagogias tan activistas en los peores momentos de nuestra historia y jugar con su perenne reverso donde sigue guardado el secreto de la igualdad, el respeto y la paz.
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