LA PIEZA CLAVE DE LA FRUGALIDAD




"Mañana tal vez tengamos que sentarnos frente a nuestros hijos y decirles que fuimos derrotados. Pero no podremos mirarlos a los ojos y decirles que viven así porque no nos animamos a pelear". Así explicaba Mahatma Gandhi esa imprescindible lucha presente desde la responsabilidad por el futuro que nunca viviremos. Esa necesidad de vadear miles de dificultades para que otros, posteriormente, crucen este charco de obstáculos y continúen en sus propias batallas vitales sin la pesadumbre de arrastrar aquellas que nosotros no supimos o no quisimos ganar.
Un resumen simplificado de lo que debería pasar por las mentes de todos los dirigentes europeos reunidos este fin de semana ante la imprescindible toma de decisiones sobre la precaria situación económica que ya tenemos encima, y que, como una gran ciclogénesis, podría acrecentar el rebrote de situaciones nada agradables para nuestro equilibrio laboral y el empuje de un necesario colchón social que nos salvaguarde.
La tensión con la que nos han aliñado estas primeras reuniones, desenmascara la falta de información real sobre los asuntos que tanto nos deberían preocupar. Una vez más, las relaciones internacionales siguen barajándose entre paragüas de banderías, los del norte y los del sur, los ricos y los pobres, añadiendo a este nuevo temporal europeo la incipiente pandilla de los frugales. Una facción que alimenta su ecpática entidad, otra vez, con el pienso de la crisis, y que regresa con toda su artillería de vorazidad mesurada y escueta, pero olvidando que su parquedad desnegociadora e imperativa en la última gran crisis económica retorció los equilibrios económicos de los países del sur, de tal manera que Europa tuvo que pedir perdón, tarde, por tanto recorte y asfixia a la ciudadanía. 
Pronto se olvidan los escenarios de hace una década para regresar por sus fueros con ese intransigente perfil de quienes nos acusaron injustamente de vivir por encima de nuestras posibilidades y de dilapidar su dinero en alcohol y mujeres. Eso sí, sin mencionar que la aportación de nuestro país es mayor que la de esos territorios y que somos más del doble de población; por tanto, más cabezas para pensar Europa y más manos para trabajar por ella. A pesar de todo ello, seguimos con el sambenito encima, expiando culpas que poco tienen que ver con nuestra existencia diaria, y menos con nuestras falta de equilibrios presupuestarios.
Con todo, quedará en tablas esta primera batalla europea, que empezará con grandilocuentes mesas redondas y terminará en pequeños encuentros bilaterales para culminar en un imprescindible y deseable acuerdo que sepa más a solidaridad y fortaleza que a recortes por encima de las posibilidades vitales de nuestra gente
De todo ello dependerá ya no sólo nuestro presente inmediato, sino el porvenir de aquellos a quienes todavía llevamos de la mano con la sonrisa bajo una mascarilla.
Mientras tanto, este nuevo bucle internacional comienza a ser carne para devorar en la política nacional. Y para ello hay que reconocer que somos los mejores. Una vez más, seremos capaces de despedazarnos con más intensidad que el feo de Saturno a manos de nuestro imperecedero Francisco de Goya. Temerarios lienzos negros de una España que debería resurgir de las cenizas de siempre, tan enmarañada de las crónicas del reino
Como bien decía el ya recordado Carlos Ruiz Zafón, “Un buen mentiroso sabe que la mentira más efectiva es siempre una verdad a la que se le ha sustraído una pieza clave”. Y es que, a veces, la frugalidad se basa en esa austeridad que se viste del otro para seguir teniendo los mismos privilegios. Lo malo es que no nos demos cuenta que en esa pieza clave podemos encontrarnos nosotros mismos.


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