QUÉ TE PASA, ESPAÑA
Al
final todo será cuestión de lo que entendemos por libertad. Esa
hermosa palabra vitoreada en tantas revoluciones y causas justas. Esa
palabra que libra batallas cada día para desperezarse de tantos
discursos vacíos y llenos de estereotipos sociales. Libertad, esa
hermosa oportunidad de ser mejor al estilo de Camus, que alejada se
queda de todo lo que últimamente nos rodea. Debo reconocer que estoy
dándole tiempo a cierto cabreo personal, como si necesitara que la
historia relatase mañana mismo la desazón que produce el enredo
cotidiano que me toca sufrir hoy. Desde mi adolescencia, tiempos
aquellos, viví con la ingenua certidumbre de lo bien que estaban
cambiando las cosas en este querido país. Crecí con la gracia
impostada de dar por concluidas las nefastas consecuencias de una
dictadura semieterna para buena parte de las generaciones anteriores
y con la sonrisa sincera de ver aflorar posiciones que, aún no
compartiendo muchas de ellas, creía servirían para dotar a esta
sociedad del engranaje multicolor necesario para convertir la vida en
libertad.
Foto: SaraMarfer |
En
los últimos días he tenido que soportar cómo incitan al odio y al
despelleje público a unos jóvenes cantantes por divulgar en las
redes sociales el regalo de un libro. ¡Por un libro!... es difícil
entenderlo, y mucho más cuando todo lo que se ha dicho es por su
título. Nadie de los que han caído en este delirio han sido capaces
de darle la vuelta y enterarse, por lo menos, de la resumida
sinopsis. Y menos mal que estamos en medio de algo tan hermoso como
las ferias del libro. Qué llanto tan quebrado provoca esta
pesadumbre social. Pesadumbre que sobrepasa cualquier relato sosegado
para colocar de fusilero al paroxismo más tribal y barriobajero.
Porque es preocupante que el último recurso para liquidar a un
responsable político sea un video de fechorías privadas, conservado
irregularmente por vayan ustedes a saber quién, a modo de estoque
final labrado en una suerte de espuria necesidad para reordenar la
pseudoética política de quien nos gobiernan; por cierto, nunca
elegido personalmente, que para hacer limpieza de candidatos ya se
sirven los partidos políticos. A los ciudadanos ya solo nos dejan el
título para elegir.
Con
todo esto ya teníamos bastante para alcanzar el fin de semana. Pero
el jueves nos trajo ¡oh, sorpresa! el resumen de esta dejadez que
hemos alimentado en este país con cosas tan importantes y necesarias
como la justicia. Como los zapatos viejos, nos hemos acostumbrado a
llevarlos porque así ya no hacen daño a pesar de agrietar nuestros
pies con los agujeros y andrajos que tienen. Y así andamos, medio
descalzos en esta sociedad que dentro de poco jaleará banderas y
fútbol y paralizará este país con un anecdotario más de
testosterona. Y digo esto último porque, una vez más, mesnadas de
tipos sin género pulularán por nuestras calles para celebrar no sé
qué cosa tan importante. Mientras tanto, con zapatos rotos
seguiremos llorando las injusticias que nos rodean, a la joven que
con dos palmaditas le dicen que la próxima vez se preocupe de probar
con más rigor la violencia de sus violadores o, como mucho, se
acuerde del consejo de una juez sobre apretar mejor o peor sus
piernas. A pesar de la repugnancia de estas últimas horas, me queda
uncida una frasecita del voto particular de un inefable magistrado
afirmando que él aprecia "un ambiente de jolgorio y
regocijo".... Posiblemente sea lo más acertado redirigiéndola
al acto jurídico que se ha marcado. De alguna manera, siempre hay
unos que disfrutan a costa de otros, pero claro, eso es lo más
alejado del sentido de la justicia social, usando nuevamente a la
víctima y cosificando su existencia.
Decía
Karl Hess, anarquista norteamericano, que "el extremismo en la
búsqueda de la libertad no es un vicio, la moderación en la
búsqueda de la justicia no es una virtud". Llevamos unos años
donde posiblemente nos sobran extremismos ideológicos y moderación
en nuestra reacción ciudadana. Tal vez por eso nos empiece a faltar
justicia y libertad, esas hermanas gemelas que deberían acompañarnos
en este caminar, porque sin su conciliación posiblemente estamos
fracasando todos.
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