UN RIMAR PARA LA TOLERANCIA
Empieza a ser una estúpida costumbre la necesidad de simplificar argumentarios cotidianos para enaltecer idearios de parte, por aquello de seguir hilando madejas de contextos que versionan lo que quieren unos pocos. Hinchamos pecho con la fiesta democrática para atizar contra ella a la primera de cambio y glosar, una vez más, el hit parade para los cabezas de lista correspondientes. Pasamos por el río de la vida a pesar de la enseñanza de Heráclito sobre el imposible baño repetido en el mismo río. Pero casi me quedo con la atribución al siempre contemporáneo Mark Twain sobre nuestra historia que no se repite pero rima. Un verso que hace inflexionar de manera más amable esta estampida vital hacia la polarización del discurso, dejándonos la épica del poder tosco sobre los resultados de las elecciones. Tanto es así que ciertas siglas solamente hablan desde la contundencia de los números para eclipsar a más de la mitad de esa soberanía popular que parece arrastrada a la ira de las rede