LUZ VERDE, SEÑORÍAS
Es decepcionante darse cuenta que, a pesar de todo lo que sabemos, cada semana podemos decir que nuestra actualidad como país afronta siempre ese y tú más que empezamos a ver con demasiada tranquilidad, mientras dejamos descansar nuestro día delante de la televisión. Reconozco que pierdo el itinerario que siguen esos gurús de la metodología de la propaganda social y hasta siento un alivio cuando mis compatriotas con los que comparto autobús o parada de café, sienten la misma desazón de este tiempo entre ventilaciones aceleradas y sonrisas nerviosas ante la estantigua nacional. Porque cualquiera siente erizarse la piel ante el nivel simplista sobre las formas y maneras de nuestros representantes. Llevo ya demasiado tiempo ahuecando el ala de este nuevo deporte que parece siempre desdibujado por lo que dicen las redes sociales y la fuerza que se le endosa. Estamos a punto de terminar un año más con sus repercusiones internacionales donde parece que globalizamos ya en demasiadas ocasiones, múltiples problemas comunes y desnudos de lugar y nacimiento para afrontar retos de los que van a depender demasiados futuros. En nuestro país tan solo hacía falta que una de sus columnas imprescindibles como el poder judicial se viera salpicado en esta nueva tarea metódica de intentar acabar con nuestros propios cimientos. Seguro que nada de eso pasará pero utilizar como estrategia de confrontación hasta nuestras propias bases democráticas formará parte de nuestra historia para las generaciones venideras.
Hay reconocer que con el ruido mediático respondemos demasiado bien ante la falta de exactitud en los datos para seguir salseando al mejor postor. Jugamos excesivamente con los límites de la veracidad para entorpecer la información sagrada a la que por derecho tiene nuestra sociedad. Jugamos entre bulos entre monedas de plata para comprar la justificación en eso de la defensa de la opinión de parte. En definitiva casi todo quedará en el seguidismo a las trazas previas a un año electoral que por otra parte, parece que nunca terminó.
Aún así, entramos en un paréntesis siempre apetecible con la llegada de esas fechas que siempre arraigan mejores sentimientos y , lo más importante, la reflexión personal sobre lo que tenemos, lo que perdimos y lo que anhelamos para lo que nos quede. Un tiempo imprescindible para nuestro propio espíritu donde una simple vela sabe del silencio tan necesario para escuchar a los niños que siguen corriendo en el piso de arriba o esa felicitación a nuestro vecino sin la prisa mañanera que nos deja la vida de refilón. Una luz verde, como cada año, al camino tranquilo que no sabe de planificaciones futuras y menos de marketing interesado. Así que para terminar esta crónica semanal lo menos importante es apuntar a la mujer del César que además de serlo debe demostrarlo y desear un tiempo de esperanza, solidaridad, empatía que nos ayude a añorar los mejores momentos de nuestra propia historia. Luz verde para regresar al futuro que nos merecemos. Así que con la licencia que sale simplemente del corazón, mis mejores deseos para ese inicio de año que parece siempre pasar página y apostar por un futuro mejor. Bienvenido sea 2023...
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