POLARIDAD ESTÁTICA
Cualquiera de nosotros intentamos cumplir las reglas que nos ayudan a esta convivencia tan necesaria para este quehacer de la vida cotidiana como una fuente de urbanidad y sosiego diario. Tanto es así que cualquier desliz de nuestros compatriotas nos parece lamentable por las consecuencias que acarrea al resto o a ellos mismos. No cuestionamos la necesidad de arbitrar normas que recorremos con la certeza de sus virtudes. En cambio, hay que reconocer que en el debate público al que nos invitan nuestros representantes y demás opinólogos empieza a chirriar cierta acrimonia que desinfla esta estructura del bien común que tan bien entendemos y que empieza a hacer aguas por todas partes. Tal es la analogía, que en nuestro paseo diario podemos encontrarnos a la espera de un paso de peatones y mirando de derecha a izquierda o viceversa quedarnos estáticos ante el chirriante ruido de bocinas de un lado al otro. Cualquiera se mete en medio. Algo así está sufriendo esta sociedad a la que ofrecen cada día una mayor polaridad que lo único que provoca es la quietud del día a día, esperando que los que azuzan de un lado o del otro nos dejen caminar y seguir nuestra senda, tan diversa como nosotros mismos. Una fijeza de posiciones y opiniones que olvida los matices y los acuerdos para espantarnos con acritud y desprecio. Juegan a la verdad y a la mentira, al blanco o al negro, al si o al no, para desprendernos de una realidad que se aleja cada vez más de las soluciones y el caminar colectivo. Hay que reconocer que esta forma de hacer política es especialmente facilona para quienes juegan al click en la nube de esa inmensidad de la red de redes, pero que en nada representa el paso diario de cualquiera de nosotros. Lo malo de todo esto es que para seguir con esta estrategia empieza a valer casi todo, y si es necesario se dice una cosa y la contraria sin despeinarse mientras el ciudadano sigue esperando para poder pasar al otro lado de la acera sin que sea atropellado ante tanta mezquindad. De la misma manera que hace años se negaba con arrogancia hasta el cambio climático, durante esta semana vuelven a la zaga ciertos rebrotes que vacían las expectativas de un futuro cuidadoso con lo que nos rodea a cuenta de darle un sablazo al político de turno. Toda una experiencia de irresponsabilidad por parte de quienes aspiran a darnos lecciones de democracia y respeto hacia nosotros mismos. Ya lo decía el inventor del pararrayos, Benjamin Franklin: “recuerde que no basta con decir una cosa correcta en el lugar correcto, es mejor todavía pensar en no decir algo incorrecto en un momento tentador”.
Los pasos de peatones en los países desarrollados, hasta hace poco tiempo, han sido respetados por todos, pero de un tiempo a esta parte se están convirtiendo en los pasos de peatones como los que hay en las grandes ciudades de la India, nadie los respeta y si intentas cruzar la calle te juegas la vida, eso sí, todos tocan el claxon para que te apartes y decir que hay están ellos. El símil es muy valido para la situación política actual de los países desarrollados.
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