LAS DESDICHAS DE PANDORA
Hay semanas que uno, al hacer balance, siente un cierto vacío en los
conceptos que siempre han sido atesorados en su corazón. Todos,
absolutamente todos, amontonamos sensaciones de justicia, libertad,
honestidad, igualdad y tantas otras que acompañan nuestra narrativa
cotidiana para venderlas al mejor predicador del momento. Una cierta
desigualdad de sensaciones que abaratan las acciones que pretendemos
y necesitan de la muletilla para sentirnos incluidos en cualquiera de
las camarillas que más nos puedan complacer. Ya lo decía Goethe,
“cada
uno ve en el mundo lo que lleva en su corazón”. Una
excluyente limitación para retomar narrativas que incluyan a quienes
difieren de nuestros anhelos y, por tanto, de nuestras creencias. Si
llevamos esta conclusión al hervidero de banalidades en las que se
ha convertido ese quehacer diario de las redes sociales, entendemos
los estallidos grotescos que parecen dirimir la crisis apocalíptica
de nuestra historia de
cada día.
Muchos
se sienten ofendidos por la ingratitud sobre tanto esfuerzo a golpe
de click, siendo señalados como parte de los problemas que invaden
este mundo ordinario
que,
a veces, se hace tan insufrible. Tanto es así que proporcionalmente
a la exageración en la narrativa política, aumenta el odio de
nuestras respuestas. Y eso
sí que depende de nuestro corazón. Esa infatigable necesidad de
reconocer nuestros propios sentimientos que siempre quedan por encima
de nuestros argumentos. Y tanta fatiga tenía que traernos estas
simplezas insultantes en el argot político de turno. Siempre me ha
costado llegar al agravio público sobre alguien. Incluso
siempre pensé que ese debería ser el ultimo escalón de esta
maltrecha convivencia que nos afecta a todos. A día de hoy asumo que
el baldón y la mofa forman parte de ese dialecto personal que
vomitamos diariamente. Desconozco el momento exacto en el que nos
convertimos en la curiosa Pandora y abrimos esa caja de maldades que
tenía a buen recaudo Prometeo. Y así tenemos este percal
nacional que, como buena piel de toro, cosecha embestidas al primero
que se pone por delante, mirando
de
reojo lo
que nos rodea bajo el hechizo insondable que desboca demasiados
corazones.
Me
imagino que gracias a este tiempo estival rebajaremos la
tensión política y mediática para rehacer algún que otro esquema
vital y dejar a buen recaudo la cochambre
del insulto fácil
y el desaire de los contraargumentos. Posiblemente, al
que más y al
que menos, a
todos
les
toque desandar demasiados peñascos para restablecer
caminos que nunca tuvieron que ser olvidados y atesorar más
discernimientos construyendo
valores incombustibles. Ya lo decía el atormentado
Fausto: “Los
sentimientos delicados que nos dan la vida yacen entumecidos en la
mundanal confusión”.
Y
con tanta turbación se nos está quedando un tiempo demasiado vacío
bajo el siseo de demasiadas serpientes de verano.
No creo que las vacaciones o el descanso del verano serenen tanta acritud.
ResponderEliminarLa caja de Pandora está abierta y es tal la presión que ejerce tanta maldad que sale de dentro que es casi imposible cerrarla.