LOS SEÑUELOS DE LA ACTUALIDAD
Dejamos atrás la fiesta democrática a la madrileña para patentizar la versatilidad de nuestra misma vida cotidiana y sus mismos problemas, y también, por qué no, las mismas alegrías de este existir que tanto nos calza por los pies. Nos hemos convertido en multitud de iconos gráficos que suplen la pobreza de argumentos con el limitado simplismo del emoticón más novedoso. Tal es la metamorfosis de la opinión pública, que nos hemos convertido en un producto, un rédito del que se aprovechan los medios de comunicación, transformando su responsabilidad comunicativa en someras especulaciones excesivamente adjetivadas, que eso vende muy bien, y dejar de hacer algo tan básico e imprescindible como contar lo que ocurre y defender las fortificaciones de una convivencia democrática e igualitaria para todos. Un buen momento para reflexionar sobre nuestra estirpe de cronistas del presente, que generan demasiado espectáculo en bucle de los inputs del marketing político para rentar sus outputs destiladores de demasiados odios y oscuros señuelos.
De alguna manera, este irreflexivo tiempo que vivimos reporta, como una máquina de chorizos, estereotipos desmedidos sobre hechos de una simpleza aplastante, fáciles de digerir desde la algarabía de las fábricas de memes y desde la gracia que les reímos a quienes nos adulan sin argumento alguno. Ya se sabe, todo por un like, o un me gusta, al gusto del consumidor y del charlatán más equidistante.
Y así vamos pasando estos días y sus noches. Clamando por la libertad y al mismo tiempo, paradojas del destino, criticando a voz en grito el fin de la normativa que nos hacía un poco menos libres. También es cierto que si los argumentarios de unos y otros rozaran un poco más la sensatez y la solidaridad, no necesitaríamos tanto armazón jurídico para hacer un uso responsable de eso que llamamos bien común. Todo un intento titánico de las multitudes de lidiar con lo grotesco para afianzar el camino con quien nos codeamos en la misma acera. Toda una oportunidad para ser libres y responsables sin necesidad de espadas de Damocles encima de nuestros actos. Una ocasión imprescindible para esquivar la emboscada de la falsedad.
Es increíble en lo que se ha convertido la palabra “libertad”. Antes consistía en decir lo que uno pensaba procurando razonarlo y no molestar, ahora consiste en tomarse un cerveza sin mascarilla sin razonar ni pensar en los demás, pero eso sí gritando “libertad”, aunque no se sepa muy bien su significado.
ResponderEliminarEsto es el resultado de nuestro políticos y los medios de comunicación.
Cuando se manosea lo imprescindible, nada bueno puede salir de ese mensaje. Gracias siempre por tus comentarios, Pascual.
Eliminar