EL LENGUAJE DE LAS FLORES
Releyendo
la semana, me aparece una cita del siempre eterno García Lorca
cuando sostenía
que "el más terrible de los sentimientos es el sentimiento de
tener la esperanza perdida". Y de esto ha tratado este
septenario que hemos recorrido entre juramentos y despedidas, o entre
rosa y jazmín como diría nuestro poeta. Y metidos en este nuestro
particular
jardín de las delicias, que bien
podría inspirar al propio Bosco, nos queda sentarnos con cierto
sosiego y observar lo que encierra nuestro pequeño
globo terráqueo patrio.
Es
de justicia templar
los ánimos personales y
dejar el tiempo de cortesía necesario
para
vislumbrar
el quehacer cierto
de
un nuevo gobierno que ya ha recibido los perfumes de la crítica y
ese
pragmatismo
sentimental
tan nacional y
que
tanto nos acompaña. Y me parece bien. Sabiendo lo muy, y
mucho,
españoles que somos, obtenemos los mayores
argumentos, que
no los mejores,
desde la tertulia tan chillona que nos caracteriza. Debo reconocer
que una de las situaciones que más ha podido asombrarme es la
recuperación de palabrerías que, como
sentencias epitáficas,
encontramos en twitter. Últimamente, hasta
los medios de comunicación
acuden a las redes sociales para saber todo lo que contó o descontó
el personaje de turno. Toda una filosofía del chisme que tanto
fascina a la tribu, y que el periodismo se ha empeñado en elevarlo a
la categoría doméstica
de mantra informativo.
Pobre de cada uno de nosotros si nos hicieran lo mismo. Pero advertir
las caraterísticas de cualquiera de nosotros a partir de la
exclusividad de una frase soltada al viento, deja mucho que desear. O
que de la trayectoria de un profesional destaque, para la gran
mayoría social, su paso entre las bambalinas por
un programa de televisión, demuestra nuestra adicción al roneo
interminable con el entretenimiento diario.
Foto:Saramarfer |
Vivimos
con la seguridad de saber de todo cuanto
llega a nuestros oídos. Aseguramos nuestro pensamiento con la
lectura rápida de aquello que nos conviene, y conseguimos que
desaparezca nuestro pensamiento crítico para abrazarnos a cualquier
estereotipo que
nos vendan y
que, por
exclusión,
nos interese. Y de esta forma avivamos esta pseudocultura que aliña
lo más superficial de nosotros mismos, olvidando el gran
paradigma
de la filosofía que
circunscribe el punto de salida de cualquier análisis intelectual en
el "yo
solo sé
que no sé
nada".
Y
con esta reflexión, dejaré pasar el tiempo, que de todo tendremos
que andar. Como esa leyenda del tiempo del teatro lorquiano que tan
hermosamente recuperó Camarón de la Isla, cuando ya en aquellas se
fusionaba el flamenco con el jazz. Mientras tanto, recuperemos la
exigencia de saber, el requisito democrático de escuchar y el
menester de acordar. Ya lo decía Federico, "los pueblos son
libros, las ciudades periódicos mentirosos". Retomemos lo mejor
de nosotros mismos, y ante la duda, "mira a la derecha y a la
izquierda del tiempo y que tu corazón aprenda a estar tranquilo".
Sí, también es de Lorca, también es para este tiempo.
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