LAS MUJERES QUE OPINAN SON PELIGROSAS
Hay
que reconocer que en los últimos tiempos vivimos con demasiada
sensación de peligrosidad. Esa intranquilidad hacia lo que decimos,
manifestamos, defendemos, denunciamos.... En el lado contrario, está
lo de pensar libremente, es decir, piensa lo que quieras pero para
tus entrañas, claro. Y de eso, las mujeres, ese colectivo
mayoritario en la sociedad, sabemos mucho. Bajo el lema "Las
mujeres que opinan son peligrosas" han comenzado su andadura
unas jornadas sobre las mujeres columnistas en nuestro país.
Acogidas en la ciudad de Pontevedra, han servido para desmenuzar
muchos clichés que llevamos sufriendo el colectivo femenino en todo
ese proceso lento y a veces eterno de empoderamiento. Debo decir que
tras los testimonios de compañeras de la profesión, poco me
quedaría por comentar, porque todo está en sus propias palabras,
para seguir ilustrando la necesidad de optar por nuevas estructuras
que, para mi gusto, siguen estando anquilosadas en un pasado
demasiado reciente y que no responden a esta nueva forma de vida que
nos caracteriza como sociedad actual.
Foto: Laura Chamborro |
Mi
reflexión ante tantas buenas conclusiones me lleva a pensar que, de
alguna manera, las mujeres vamos a ocupar un lugar importante en
estos tiempos, donde la tentación de inocular el miedo en el
pensamiento libre nos empieza a envenenar peligrosamente. Este
colectivo mayoritario que somos, ha sabido avanzar con valentía
ante tanta desproporción de siglos de hostigamiento en nuestro papel
en el mundo. Y a pesar de tanto conseguido, nos queda un camino
todavía largo y tortuoso por concluir. La educación por la igualdad
queda en pañales respecto a los estereotipos que seguimos
ronroneando en nuestras relaciones sociales, y los cánones machistas
reflejan muchos de los anecdotarios en nuestra vida profesional. Y a
pesar de todo, los miedos nunca han formado parte de ese espíritu
femenino, más cercano a la mal llamada rebeldía que al derecho
igualitario. Y todo ello, porque de alguna manera el pensamiento de
esa mitad mayoritaria de la sociedad ha quedado siempre diseccionada
en un segundo plano y, por tanto, olvidada en los rincones del poder.
Poco
nos debería sorprender a las mujeres que se utilice el miedo para
contrarrestar opiniones diferentes. Poco nos debería asombrar que
las ideas y la lucha por la libertad de expresión supongan una soga
que ahoga al diferente. Y si hablamos del insulto y el menosprecio en
la redes sociales, pregunten lo que llevan en su saco muchas mujeres
que opinan cada día en ellas. Se sonrojarían los que con tanta
vehemencia aplauden la aplicación del código penal cuando se habla
mal de la corona, de representantes políticos o de cualquier otra
persona o colectivo a los que, por mor de un infuso capricho
selectivo, se les ha etiquetado como libres de toda mención.
Considero
que estos desequilibrios que han existido y se siguen sufriendo, se
originan en esta pobre apariencia de igualdad social, pero que su
primera penuria la siguen sufriendo las mujeres en todas las etapas
de su vida. Es difícil reconocer al diferente cuando somos incapaces
de considerar a las mayoritarias en la sociedad en que vivimos.
Nos
espera una semana vestida de feminismo. Un pensamiento sensato por
todo lo que supone romper muchas brechas y techos de cristal. Me
imagino que cualquiera de nosotras podrá mirar más allá de su
ombligo personal para saber que todavía se sigue cuestionando
nuestro papel social y hasta nuestra libertad personal. No es
cuestión de mirar a quienes están arriba, sino a las que todavía
se encuentran en el inicio de esta escalera de caracol que nos toca
empedrar cada día. Como dijo la escritora inglesa Mary Shelley, "no
deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí
mismas". Es nuestro espacio y deberíamos ser todas.
Y
mientras tanto, los hombres también tienen algo muy importante que
hacer en esta defensa. No es necesario que ocupen lugares del
feminismo. Nos serviría que parte de su propio espacio lo
convirtieran en feminista. Lo contario sí que seguirá siendo
peligroso.
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