LA ESTRATEGIA DEL SILENCIO
A pesar de los muchos acontecimientos que tornearon nuestra realidad esta última semana, y que algunos nos erizaron la sensibilidad y la impotencia una vez más, veo en un pequeño recuadro una noticia que pasa casi desapercibida de la agenda divulgativa de los medios. Si durante años tuvimos que ver cómo, tanto en la clase política como en el ámbito judicial, se silenciaba la lucha diaria de los familiares del accidente del Yack 42 o seguimos a la espera de una comisión de investigación del accidente ferroviario de Angrois, ahora nos cuentan que, nuevamente, un juez declina la apertura de juicio por el accidente del metro de Valencia.
A pesar de los nuevos testimonios, a pesar de nuevas pruebas periciales que no se estimaron en su momento, se cierra la puerta a algo más importante que la justicia y que nos afecta a todos: la verdad y la responsabilidad futura.
Siempre decimos que de los errores se aprende, pero, evidentemente, primero habrá que reconocer y asumir el error. Con estas actuaciones tan políticamente correctas, se nos usurpa la verificación de los hechos, la evidencia de que las actuaciones públicas tienen una responsabilidad y unas consecuencias para todos; que para tomarnos en serio el respeto por la verdad, esta se debe asumir, sin tapujos, por parte de todos los poderes y de toda la sociedad.
Pero tampoco podemos olvidar la doble tragedia de las familias afectadas. En ellas, hemos visto reflejados sentimientos de lucha, decencia y honor. Todo ello por un único objetivo, esclarecer la verdad. Dignificar nuestra vida cotidiana para que no vuelvan a ocurrir estos accidentes entonando la culpa y la rectificación. Desgraciadamente, sólo con el impulso doloroso de estos familiares y su incansable constancia, se ha conseguido algo de luz y el reconocimiento social de que ciertas decisiones pueden acarrear tragedias humanas.
Salir de esta espiral del silencio mediático, político y, en consecuencia, judicial, debería ser una prioridad en nuestra sociedad. Si saber la verdad siempre nos hace más libres individualmente, en sociedad nos hace más responsables y justos.
He escuchado a algunos políticos como han utilizado el dolor de los familiares de las víctimas para justificar el silencio de las instituciones. Habría que recordarles que el silencio del dolor es personal e intransferible, pero la justicia y la verdad debe brotar en cada uno de nuestros actos como respeto democrático de lo que somos y de lo que queremos ser. Y de ello, seremos responsables todos.
A pesar de los nuevos testimonios, a pesar de nuevas pruebas periciales que no se estimaron en su momento, se cierra la puerta a algo más importante que la justicia y que nos afecta a todos: la verdad y la responsabilidad futura.
Siempre decimos que de los errores se aprende, pero, evidentemente, primero habrá que reconocer y asumir el error. Con estas actuaciones tan políticamente correctas, se nos usurpa la verificación de los hechos, la evidencia de que las actuaciones públicas tienen una responsabilidad y unas consecuencias para todos; que para tomarnos en serio el respeto por la verdad, esta se debe asumir, sin tapujos, por parte de todos los poderes y de toda la sociedad.
Pero tampoco podemos olvidar la doble tragedia de las familias afectadas. En ellas, hemos visto reflejados sentimientos de lucha, decencia y honor. Todo ello por un único objetivo, esclarecer la verdad. Dignificar nuestra vida cotidiana para que no vuelvan a ocurrir estos accidentes entonando la culpa y la rectificación. Desgraciadamente, sólo con el impulso doloroso de estos familiares y su incansable constancia, se ha conseguido algo de luz y el reconocimiento social de que ciertas decisiones pueden acarrear tragedias humanas.
Salir de esta espiral del silencio mediático, político y, en consecuencia, judicial, debería ser una prioridad en nuestra sociedad. Si saber la verdad siempre nos hace más libres individualmente, en sociedad nos hace más responsables y justos.
He escuchado a algunos políticos como han utilizado el dolor de los familiares de las víctimas para justificar el silencio de las instituciones. Habría que recordarles que el silencio del dolor es personal e intransferible, pero la justicia y la verdad debe brotar en cada uno de nuestros actos como respeto democrático de lo que somos y de lo que queremos ser. Y de ello, seremos responsables todos.
Comentarios
Publicar un comentario