Llegamos a la última semana de esta escurridiza campaña electoral. Resbaladiza como nuestra propia economía y desafectaza gracias a la tecnocracia del voto. Lo que nos jugamos el próximo 20 de noviembre es mucho más que un periodo lectivo de gobierno. La tecnocracia de los partidos ha jugado a los grandes ganadores y perdedores, engañando el sentido común de la decisión popular. Gracias a estas especulativas encuestas que dirimen entre buenos y malos, han dejado a un lado la necesaria información de los acontecimientos y la obligatoria resolución de programas. Los supuestos ganadores se han subido a la ola del desenfreno orquestado por una manirrota información y el engaño de slogan de que el cambio es imprescindible. Y cierto es que los cambios en un máximo plural son urgentes por el presente pero especialmente, por el futuro. La historia de España siempre ha tenido sus pérdidas temporales y parece que siempre necesitamos ir a la cola de las decisiones. La responsabilidad de decid