PHISHING A LA INFORMACIÓN
El Periodic de Catalunya |
Decía Jaume Perich, uno de los fundadores de la histórica revista Hermano Lobo, que “gracias a la libertad de expresión hoy ya es posible decir que un gobernante es un inútil sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco”. Y es que, ciertamente, quienes nos precedieron sabían de aquellos tiempos no tan lejanos donde simplemente decir, lo que es decir, pues no estaba al alcance de la libertad de la crítica. Damos por imperecederos demasiados derechos que, aún siendo exigibles y defendibles, somos capaces de embarrañarlos en cualquier distopía bravucona para quedar como el más estupendo de la pandilla. Es así que, como experimentamos cada día, la retahíla de titulares aprietan desde las declaraciones múltiples a convenir entre unos y otros departamentos ideológicos a los que pertenecen cada uno de los cronistas de nuestro tiempo presente. Un periodismo de citas que debilita el cuerpo de la información tan necesitada del cómo de los hechos y el porqué de lo ocurrido. Será por eso que mientras mascullamos el mejor adjetivo a la realidad política que nos rodea, no reparamos en las circunstancias reales y efectistas que vivimos. Gracias a esta nueva estrategia comunicativa tan cercana al facilón clikbait, que como la técnica del phishing se basa en la rapidez en la acción para conseguir el engaño, nos vamos dejando en el camino el contenido explícito y verificable de todo lo que ocurre para encerrarnos en nuestras propias circunstancias e individualizar conclusiones.
A pesar de los relatos diarios de la opinión universal de la sociedad, siempre estampada entre trenes de encuestas ultrarrápidas y, por cierto, tan creíbles como los medios que las publican, nos queda una soledad inquietante por no saber qué pasa al otro lado de nuestra puerta. Lo tenemos difícil con esta nueva tribu de eruditos del saber de los demás, de esos que utilizan mayorías para hablar en nombre de ellos sin destripar los problemas que nos envuelven o las particularidades de colectivos que afrontan un nuevo año en situación de alerta. De alguna manera, si analizamos el relato diario siempre encontramos las mismas carencias y el vacío de oportunidades. Será porque la tan manoseada equidistancia solamente nos ha servido para envalentonar a quienes permanecían en las cuevas del olvido y amedrentar a quienes respondieron con sutileza ante la amenaza de la falta de libertades. Será por eso que la relación entre la crítica a la realidad y sus consecuencias se queda en un desaforado descrédito en el lenguaje para seguir ejecutando la agenda de la propaganda política de turno.
El año comienza con excesivas puestas de largo para las citas electorales que tenemos por delante. Siguen resonando demasiados nombres propios que parecen garantizar por sí mismos cambios radicales de una situación que nadie quiere analizar, no sea que puedan conseguir avances colectivos para el conjunto de una sociedad que cada día depende más de las relaciones externas. Tal vez sería interesante que esa libertad que tanto engrandece a las personas signifique también que quienes hablan por nosotros desde la responsabilidad respeten la inteligencia de quienes escuchamos.
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