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EL CASTIGO DE LA IGNORANCIA

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  La primavera siempre viene al rescate intelectual de este tiempo incierto, donde van quedando demasiadas acciones marchitas de quienes avalan nuestro saber y querer. Esa soberanía popular que queda agazapada entre un puñado de representantes para enarbolar la bandera de la mayoría con cierta soez en la sabiduría de unos pocos. Hay que reconocer que la dialéctica de lo público está sobrevalorada, aparentando demasiadas acciones para esconder la falta de verdades en las actuales circunstancias. Tanto es así que, si hacemos un pequeño ejercicio cotidiano, podemos saber de antemano lo que cada uno de los bandos van a declamar en cada una de sus intervenciones ante los micrófonos de ese cuarto poder que tanto excita el barómetro social. Mientras dejan el trabajo de la gestión a quienes conforman el aparato administrativo, los dignos representantes políticos se afanan en desmerecer al contrario paladeando el improperio bien desmenuzado con la mentira pública que tan poco penaliza en nues

EL PRELUDIO DE LA HISTORIA

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  Decía Albert Camus, en su imprescindible novela sobre el absurdo de la existencia y el valor humano ante la tragedia, que “una guerra es demasiado estúpida pero eso no impide que dure. La estupidez insiste siempre”. Y, ciertamente, los preludios a demasiados conflictos bélicos han carecido siempre de esfuerzo y valor humano para dejarse llevar por el simbolismo patrio y la entraña vengativa de la respuesta y el ataque. Llevamos ya muchos meses observando el dolor que desmenuza las líneas de separación entre la defensa y el genocidio. Nos reportan el trabajo diplomático que, desgraciadamente, no aporta las consecuencias preventivas sobre escaladas que siempre declinan el paso atrás. Y aplicamos el pensamiento del teatro épico de Brecht sobre mirar hacia otro lado mientras a nosotros nos dejen en paz. Un compendio estúpido que reitera el proceso histórico de nuestra humanidad, el de volver, una y otra vez, a solucionar los conflictos a partir de la potencia armamentística sin reparar

LA ETIQUETA DEL INSULTO

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  Llevamos demasiado tiempo con esa táctica febril del y tú más en el ámbito común donde nos deberíamos condicionar todos a su desprecio. En un principio nos acostumbramos a ese feedback televisivo donde la mordacidad de los contertulios se aplaudía a partir del señalamiento personal hacia el mensaje contrario. Así se alejaba el razonamiento y la confrontación de ideas y posiciones aniquilando la posibilidad de nuevas propuestas que confluyeran socialmente. Se hizo demasiado popular la cita en el debate semanal, aupando el encontronazo furibundo entre posicionadores profesionales donde la tendencia era la afrenta o el descrédito físico del otro. Una artimaña donde solamente ganaba el nivel de audiencia, por aquello de pasar al bloque de publicidad. A consecuencia de esta mala retórica mediática, reconozcamos que esa sutileza estratégica donde ya no se diferencia la opinión del insulto ha tomado el mando de eso que siempre defendemos como la opinión pública. Posiblemente, de entre

LA RESURRECCIÓN DE LA PRIMAVERA

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  Solamente nos faltaba que esta semana santa se polarizara entre el tiempo inclemente con los pasos penitenciarios y la necesidad de agua en esta mitad de patria que sigue insaciable en sus cuencas. Reconozcamos que poner los huevos en cestas tan contradictorias dejan hasta a las energías del universo absortas en un cortocircuito de deseos. Al final, como dice la sabiduría popular, el tiempo está tan loco como nosotros. Y mientras todavía se despereza la ansiada primavera reduciendo nuestra hora veraniega, nos recolocamos en el punto de salida de un trimestre por delante que, a pesar de los esfuerzos de un merecido descanso pascuero, nos traerá demasiado griterío ofuscado por aquello de seguir radicalizando la postura del perdedor. Los medios de comunicación se preparan ante las batallas electorales que despistarán la gestión diaria hablando nuevamente de poder en lugar de responsabilidad. Quedarán en el olvido demasiados insultos al respeto público para que siga ganando el odio y la

LA TRITURADORA

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  No hay nada como contraatacar antes del embate para marcarse desde el principio el punto canasta que pueda llevarte a la victoria. En nuestros tiempos tan desquiciados jugamos, además, con el colectivo de adeptos para hilvanar todo tipo de historias conspiranoicas donde arrastrar cualquier conato de veracidad por el fango público. Tanto es así que los agitadores de eso que llamamos los hilos sociales se creen la primera de las acepciones de la manipulación para endiosar los seudónimos de sus principios. Nuestro país no es mucho más diferente en los referentes sobre la transparencia de lo público respecto al resto de patrias, pero debemos considerar que nuestro invicto sentimiento siempre nos lleva a retorcer todo tipo de sensibilidades dejando a un lado la verificación por aquello de seguir agazapados al líder de turno. Somos capaces de decir una cosa para, seguidamente, contra argumentar lo contrario con la misma prueba y desquiciar el consenso para deleite de nuestros seguidores.

EN MEDIO DEL GASLIGHTING

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  Desde 2018 se viene acuñando un concepto dentro de las comunicaciones interpersonales con cierto aroma cinematográfico. Se trata de g aslight ing, una forma de resolver lo que de toda la vida hemos sabido sobre la manipulación a partir de los sentimientos hacia otro. Esa luz que hacía agonizar a Ingrid Bergman frente a su pareja bajo una estrategia de manipulación psicológica donde ella tenía todas las de perder. De alguna manera, la comunicación de masas, donde tantos sesudos debates han sido protagonizado s por decenas de teorías comunicativas, empieza a perder esencias para repercutir en ese intercambio informativo más cercano a lo interpersonal gracias al juego diario de las redes sociales y sus influyentes. Nuestro país ha visto pasar 20 años desde aquel 11M que rompió demasiadas reglas de juego en una joven democracia que todavía se encontraba en el ímpetu de su savia. Tal vez, viendo como se han desarrollado los cambios políticos y legislativos a partir de ese momento, d

EL PAPIRO DEL FEMINISMO

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Más allá de las celebraciones colectivas que tanta visibilidad aprecian en nuestro memorándum de actualidad, reconozcamos que, a pesar de todo y de todos, podemos decir que llegamos a otro Dia Internacional de la Mujer donde poder evaluar rendiciones o resistencias al mejor aliado de la democracia y sus valores. Tanto es así que, como decía Simone de Beauvoir, “el feminismo es una forma de ser individualmente y de luchar colectivamente”. Precisamente en esa vertiente comunal encontramos la gran disidencia política en estos tiempos tan acordes con la polarización de las ideas, por aquello de destruir al contrario desde la radicalidad de la demagogia. Llegamos a un sucesivo 8M que envalentona las pancartas de las agendas sociales, señalando cautelosamente demasiados intereses que desarticulan políticamente un bien tan preciado como es el movimiento feminista. Desde Flora Tristán, con su obra “La emancipación de la mujer”, allá por la mitad del siglo XIX, hasta los tiempos actuales con el

ESCATOLOGÍAS DIARIAS

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  Decía el escritor argentino, Jorge Luis Borges, que “quizá haya enemigos de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, puedo ser también enemigo de mis opiniones.” Y es que el principio subjetivo de nuestra existencia deambula entre los pasillos de la incertidumbre por aquello de que somos excesivamente limitados en las lides de la experiencia vital. A pesar del nuevo mantra sobre las posiciones meridianas ante cualquier cuestión y la necesidad de dogmatizar las decisiones en esa férrea condición escatológica de la política, hemos entrado en un nuevo tiempo, o así lo parece, donde la evidencia queda supeditada al contexto desinformador de cualquiera de las partes en litigio. Todo un proceso sumarísimo que solamente es aprovechable para embarrar la necesaria discusión pública que garantiza la salud democrática de cualquier sociedad que se precie garantista en sus decisiones. Gracias a estos esquejes de nuevos comunicadores donde hacer crecer lo mejor de las tripas del mensaje,

UN RIMAR PARA LA TOLERANCIA

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  Empieza a ser una estúpida costumbre la necesidad de simplificar argumentarios cotidianos para enaltecer idearios de parte, por aquello de seguir hilando madejas de contextos que versionan lo que quieren unos pocos. Hinchamos pecho con la fiesta democrática para atizar contra ella a la primera de cambio y glosar, una vez más, el hit parade para los cabezas de lista correspondientes. Pasamos por el río de la vida a pesar de la enseñanza de Heráclito sobre el imposible baño repetido en el mismo río. Pero casi me quedo con la atribución al siempre contemporáneo Mark Twain sobre nuestra historia que no se repite pero rima. Un verso que hace inflexionar de manera más amable esta estampida vital hacia la polarización del discurso, dejándonos la épica del poder tosco sobre los resultados de las elecciones. Tanto es así que ciertas siglas solamente hablan desde la contundencia de los números para eclipsar a más de la mitad de esa soberanía popular que parece arrastrada a la ira de las rede

TURBULENCIAS MEDIOAMBIENTALES

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  Decía el filósofo y polímata Aristóteles que “las turbulencias de los demagogos derriban los gobiernos democráticos”. Y es que el ruidoso desorden en las posiciones públicas de nuestro tiempo parecen estar dirigidas hacia un torbellino de embustes para abatir la fragilidad de esta sociedad actual. Hace ya demasiado tiempo que la crítica exigente sobre los hechos se ha quedado atrás para envalentonar el reproche continuado hacia el sentimiento de los diferentes y proseguir la moralina de las verdades absolutas. La oposición hacia las acciones ya no fecunda en alternativas para otras formas de gestionar. Muy al contrario, nos encontramos en una negación del otro por sí mismo y en la ofensa demagógica hacia quienes escuchamos. Hemos perdido el debate de los proyectos y sus conceptos para enmarañarnos entre traidores y felones que siempre acechan entre las dos bandas. Y en medio de ese motín ideológico tan simplista, reconozcamos que hemos declinado ante la esperanza de trabajar por las

ENTRE CREYENTES

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  Decía el científico y conocido divulgador Carl Sagan que “no puedes convencer a un creyente de nada porque sus creencias no están basadas en evidencias, sino en una enraizada necesidad de creer”. Y es que, a pesar de contar en nuestra actualidad con una accesibilidad casi infinita a información de todo tipo, reconozcamos que continuamos pasando de puntillas entre verdades e incertezas que tanto nos rodean. Somos más de seguidismos facilones por aquello de asegurar nuestra destreza para mirar hacia otro lado, aunque en el esfuerzo sigamos encontrando las realidades tozudas de demasiados atropellos. Reeditamos excesivos misales de fervorosos adeptos para abaratar la responsabilidad con la propia sociedad que nos cobija temporalmente. Y tanto es así que algunos de nuestros carismáticos responsables de lo público han cambiado su guión del convencimiento responsable por la vehemente chanza de palabrería incesante, donde mezclar churras con merinas y quedarse con la satisfacción del apla

LA SOLEDAD DEL TIEMPO

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Tal como expresaba Hipatia de Alejandría, “la verdad no cambia porque sea o no sea creída por la mayoría de las personas”, y ese sí que es el gran logaritmo de nuestra comunicación actual. Sobrepasamos las posibilidades de nuestro tiempo buscando la afirmación de todo aquello que sentimos y pensamos para encontrar nuestro lugar en esta variopinta diversidad que intentamos desechar por aquello de superar mayorías. Tal vez, por ello, simplificamos argumentos para hacer repensar a la globalidad que imaginamos sin necesidad de conocerla. Intentamos demasiados simplismos para embaucar a la totalidad en un esquema programado de aceptación de mensajes y olvidamos los matices que son la esencia de la vanguardia diaria. Tengo la sensación de que, a pesar de todos estos esfuerzos, sufrimos esta soledad social donde es difícil reparar tantas naderías que terminan engalanando las portadas de diarios y los trending topics de turno. Tal como decía nuestra mártir del pensamiento, las verdades acallan

RESENTIMIENTO ACTIVO

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  Decía Albert Camus en sus primeros ensayos, para ir recortando las pericias vitales, que “ e l sol que reinó sobre su infancia, le privó de todo resentimiento” . En verdad, el origen de nuestros propios resquemores siempre se encuentran en demasiadas tundas infantiles con nuestro propio entorno y con las suspicacias de la propia vida que nos toca. Posteriormente intentamos remover carencias y defectos que condicionan nuestros quehaceres y el propio pensamiento personal. Y, sinceramente, quienes pudieron evitar esas tirrias desde la infancia llevan mucho camino superado. Una reflexión como esta podría explicar algunos perfiles públicos, alcanzando el superlativismo gracias a la exposición en los medios de comunicación. Por nuestra parte, nos escandalizan las formas y modos para seguir consumiendo los extremismos lingüísticos que tanto reflejan la inexactitud de la crítica y la opinión. Un coronamiento del resentimiento absurdo que vacía el futuro y emponzoña el presente. Apuntamos el

OTRA VEZ

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  A pesar de la muletilla conversacional sobre eso de que el pasado nunca vuelve, admitamos que en diversas situaciones rescatamos tozudamente ese tiempo pretérito tanto en el fondo como en la forma. Y sinceramente, es difícil sacar algo certero de esta estrategia de ombligo donde, como decía el político y primer ministro inglés Harold MacMillan, “deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá”. Pues una vez más quienes deberían gestionar lo de todos han decidido echarse un rato en el diván de los recuerdos para reforzar esa idea de que la ciudadanía ya engulle para que salga por donde mejor pueda. Hay que reconocer que para justificar e ste trabajo de diván se necesita una buena argumentación siempre a la orilla de la mentira y un tiempo prudencial para cultivar un buen cabreo de la gente. Una vez más, y puestos a seguir en esa captación in extremis del seguidismo público, los hechos quedan relegados a la anécdota para entramar una historia que les venga bien a los responsab

ENTRE NECIOS

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  Tras superar esta temporada de buenos deseos y demás aprecios a lo más sensible de nosotros mismos, regresamos a ese mundo cotidiano que atina siempre con nuestra existencia. Dejamos atrás esos excesos navideños para volver a encauzar nuestra vida a las cosas más certeras que nos rodean. El que más y el que menos, y tras su enésimo compromiso personal, tendrá un nuevo objetivo en la mochila que tantas veces hacemos y deshacemos. Una vez más reafirmamos nuestra cultura social con la nostalgia de nuestros recuerdos y la estridencia presente sobre celebraciones populosas por aquello de parecer el personaje del mejor spot publicitario. Así que nos vemos de nuevo metidos en harina para sacar adelante este nuevo año que vendrá como casi sin querer, a excepción de esas cosas del destino que, finalmente, siempre rondan por encima de nuestras cabezas. Por todo ello, es tiempo de acelerar el paso nuevamente, mirar de vez en cuando el cielo y casi rogar aquello de quedarnos como estamos. Volve

UN AÑO DE RUIDO

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  Reconozcamos que a pesar de esta vida tan desarrollada tecnológicamente y con tantos medios para mediar entre nosotros, siguen siendo las miradas las que continúan abrasando las idas y venidas de nuestros días. A pesar de tantos medios de comunicación, entre estirpes polarizadas de toda la vida, seguimos buscando la necesaria confianza en quienes puedan entender nuestro pensamiento en medio de las desconfianzas de los de siempre. De alguna manera, casi todos sabemos que el tiempo repite demasiados mantras por más que sepamos de sus fracasos históricos y decepcionantes. Será por ello que necesitamos cerrar ciclos aunque sea por aquello de cambiar de número fetiche. Este año no será imperecedero como todos sus antecesores y dejará paso a otro dígito por la simple continuidad del proceso vital. Eso sí, cada anualidad nos depara la reflexión imprescindible de lo que fuimos e hicimos para darle constancia a la mejor de las virtudes del ser humano que trata simplemente de mejorar lo que q

AL GALOPE

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  Lo decía la filósofa del siglo XX, Hannah Arendt, cuando deambulaba en aquel tiempo que banalizaba tanto el mal y que consiguió destripar lo peor de nuestra historia como un despropósito sobre el imperio del sinsentido aletargando la injusticia, la desigualdad y el supremacismo de unos sobre otros. Tal vez por eso, comentaba en aquellos días su necesidad de vivir bajo un precepto antiguo donde refugiar demasiados males que siempre acechan nuestro tiempo contemporáneo: “prepararse para lo peor, esperar lo mejor y aceptar lo que venga”. De estas tres directrices vitales, reconozcamos que la primera de ellas, eso de esperar lo peor y estar preparados, sigue siendo la esperanza de aquellos que rezuman falta de poder a pesar de las expectativas envalentonadas, dejando un sin sabor para con el resto con un preaviso para desdecir que, al final, el resto somos los equivocados. Esa garantía de apelar al miedo que siempre genera demasiada algarabía para silenciar el método de la variable ver

EN CONSTRUCCIÓN

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  Podríamos imaginar al escritor francés Alejandro Dumas reconsiderando a alguno de sus protagonistas novelescos en esa afirmación tan de tiempos imperecederos sobre que “el orgullo de los que no pueden construir es destruir”. Una acción y reacción propia de cualquier tesitura actual entre los que conformamos la esfera social de todos y la responsabilidad pública asumida por unos pocos. Un tiempo con demasiados tirones de hipérbole donde zarandear cualquier límite de razón y convivencia. Demasiados días con el exceso en la lengua para destruir lo más importante que es el debate público de las cosas, especialmente, de las cosas de la democracia. Una táctica nada novedosa en esta civilización tan tecnológicamente aupada que vendemos con un click la redundancia vacía de turno. Tanto es así que en algunos sectores tan importantes de nuestro trípode democrático empieza a importar un bledo la conmoción social mientras puedan seguir nutriendo demasiadas estrategias basadas en destruir al s

UN ADIÓS A LA CHICA YEYÉ

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  Irremediablemente la vida, entre sus días y sus noches, sabe de quienes se van y los que llegan de buenas a primeras. Por una vez y coincidiendo el final de la semana con esas despedidas a quienes acompañaron las reuniones familiares sesenteras alrededor de la televisión del blanco y negro y su tránsito al color y las pulgadas, nos dejaremos unas letras para una parte de la generación que comienza a desfilar entre los recuerdos de aquella posguerra española que tanta desmemoria reparte entre las generaciones presentes. Una generación que supo lidiar entre censuras y silencios para seguir repartiendo esperanzas por nuevos tiempos que trajeran más luces hambrientas de libertad. Una palabra que desgraciadamente en estos últimos años ha sufrido la fagocitosis de un sistema de propaganda que abochorna hasta al más pintado. Ya lo decía Platón, que “la libertad significa ser dueños de nuestra propia vida”. Y de eso sí que sabemos bien en estas últimas décadas por aquello de tomar decision