UN AÑO DE RUIDO

 


Reconozcamos que a pesar de esta vida tan desarrollada tecnológicamente y con tantos medios para mediar entre nosotros, siguen siendo las miradas las que continúan abrasando las idas y venidas de nuestros días. A pesar de tantos medios de comunicación, entre estirpes polarizadas de toda la vida, seguimos buscando la necesaria confianza en quienes puedan entender nuestro pensamiento en medio de las desconfianzas de los de siempre. De alguna manera, casi todos sabemos que el tiempo repite demasiados mantras por más que sepamos de sus fracasos históricos y decepcionantes. Será por ello que necesitamos cerrar ciclos aunque sea por aquello de cambiar de número fetiche. Este año no será imperecedero como todos sus antecesores y dejará paso a otro dígito por la simple continuidad del proceso vital. Eso sí, cada anualidad nos depara la reflexión imprescindible de lo que fuimos e hicimos para darle constancia a la mejor de las virtudes del ser humano que trata simplemente de mejorar lo que queda en el polvo de nuestras pisadas. Y en esto, sinceramente, poco descanso merecemos cuando somos capaces de romper las estrategias de solidaridad y entendimiento que saben de lo mejor de nuestra historia. Nadie debería consolar sus desdichas con la mentira intrépida del engaño masivo. Tampoco ningún servidor público debería portar el respeto social cuando todo su empeño se reduce a la estrategia mediática contra su oponente. Nadie de nosotros deberíamos vivir tranquilos mientras el rugido de la muerte y la destrucción belicista suman el exterminio de demasiadas vidas que ya parecen no servir para nada. Algo, en medio de esa incesante tecnología, comienza a tomar nuestra conciencia y nos hace olvidar demasiado pronto nuestros días y sus horas.

Sin embargo, creo en ese segundo mágico que nos deja unas pupilas lo suficientemente grandes para ver más allá de lo que oímos. También acierto en la esperanza sobre esa mayoría que seguimos en silencio demasiados chirridos de marketing para saber quitar la paja de muchos y dejar con la viga expuesta a aquellos que toman el lado fácil de la manipulación desmedida. El que más y el que menos tomaremos este nuevo año como una nueva oportunidad para seguir creyendo en el diálogo, en la batalla contra dogmas estrechos que ahogan demasiadas libertades y en el afán por desprenderse de tanto pensamiento único que solo sabe de desconfianza y linchamiento. Tal vez el nuevo año nos mejore el concepto que tenemos de nosotros mismos, con la añoranza de la conversación que escucha a pesar del ruido y de excesivos estereotipos. Puede ser hasta que tengamos la posibilidad de cambiar nuestro inquebrantable juicio y hasta nuestras repetitivas acciones. De alguna manera la vida siempre se enriquece gracias a la necesidad de buscar nuevas y diversas metas. Tal vez, como dice Jayne Hardy, trabajadora incansable a favor de la salud mental,la vida puede ser muy ruidosa. También puede ser agotadora. Hay demasiadas cosas que compiten por nuestra atención y, a veces, sin darnos cuenta, olvidamos lo importante que es nuestro bienestar”.

Precisamente en ese ruido que nos acosa está la razón del desmedido desatino que polariza nuestra atención por el hecho simple de desviar nuestro anhelo de bienestar como objetivo básico de los de siempre. Puede ser que con un nuevo estreno anual comencemos a ser dueños, nuevamente, de lo más importante de nosotros mismos, que sigue a expensas de la búsqueda en la esperanza colectiva. Y sin ella, a pesar del griterío de parte, poco quedará a nuestro lado.

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